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Menos de dos meses y Petro y los suyos se están comportando como nuevo ricos, aprovechando al máximo los privilegios que trae consigo ocupar el cargo de presidente.

Los católicos, tristemente, están en la mira de la extrema izquierda que ejerce el poder en Colombia. Nadie los defiende. Sus creencias son motivo de burla y argumento para el constreñimiento.

Petro es un sujeto intolerante frente a la crítica, inclinado a explotar medios de comunicación, ciudadanos, organizaciones políticas y sociales que no compartan sus posiciones.

La marcha del 26 de septiembre fue una bella muestra de patriotismo y civilidad, reglas que deberán seguir imponiéndose en las manifestaciones futuras.

Es impensable que Petro logre la legalización la cocaína. La FDA jamás autorizará la comercialización en EE.UU. de un producto que está elaborado con gasolina, queroseno, ácido sulfúrico, amoniaco, éter, acetona, tolueno, ácido clorhídrico, cemento y polvo de ladrillo.

La propiedad hoy no vale nada en Colombia. Los facinerosos están empoderados cobrando deudas ancestrales, figura que se ha convertido en el caballito de batalla de los usurpadores que operan con el beneplácito de Petro.

La política exterior bajo el régimen socialcomunista de Petro está siendo manejada a las físicas patadas.

En los Estados Unidos la salud del presidente es un asunto de interés nacional. Lo mismo debe suceder en Colombia. Petro, para ponerle fin a los rumores, debería hacer pública su historia médica y permitir que los ciudadanos conozcan lo que está pasando con él.

Dos nuevas propuestas desquiciadas de Petro: expropiar pensiones para financiar proyecto populista de entregar mesada a medio millón de ancianos pobres y la creación de una banda integrada por 100 mil delincuentes.

El irresponsable embajador de Colombia en Washington Luis Gilberto Murillo estimula la inmigración ilegal al plantear que impulsará un TPS en los Estados Unidos, medida que en el pasado ha sido negada.