Se fue Barack Obama. Debemos evaluarlo desde nuestros intereses. Preservó el tratado de libre comercio. Pero dejó de lado la defensa de la democracia y de los derechos humanos, al menos en América Latina. Tres ejemplos concretos: la renuncia a buscar la caída de la tiranía castrista; la tolerancia con el creciente autoritarismo chavista; el apoyo ciego al proceso con las Farc a pesar de que se construyó sobre el desconocimiento del resultado del plebiscito y con premio a los asesinos. Finalmente, toleró que Santos pactara con las Farc la suspensión de la fumigación área, con la consecuencia de un descomunal aumento de los narcocultivos.
Llegó Donald Trump. Un triunfo contra la clase política y los medios de comunicación, y con un discurso que fue más allá de lo políticamente incorrecto. Pero sería un grave error menospreciarlo, como hicieron durante la campaña muchos de sus enemigos. Aun peor sería irrespetarlo. A Trump hay que tratarlo como lo que es, presidente de los Estados Unidos, sin que ello signifique sumisión o renuncia a los principios de soberanía y auto determinación. Hay que hacerlo con dignidad, con inteligencia y siempre buscando la defensa de nuestros intereses.
Y sí, Trump es un acertijo envuelto en un misterio, dentro de un enigma, como diría Churchill. Su atipicidad, en todo los sentidos, y no solo porque nada tiene que ver con la clase política, lo hace muy difícilmente predecible. Pero hay algunas cosas que, aun en la incertidumbre, sabemos ya.
Una, que será duro con los migrantes ilegales. Su posición tendrá duras consecuencias para México y para los países centroamericanos, pero también afectara colombianos, aunque en menor número. Debemos estar listos para recibirlos y buscar mecanismos que permitan su reinserción económica acá.
Dos, también en economía es nacionalista y, en consecuencia, no es amigo de los tratados de libre comercio. Colombia tiene un tratado con los Estados Unidos. ¿Cuál será la posición de Trump en relación con ese acuerdo? Hay que prepararse para defender ese tratado y para demostrarle a Trump y a sus asesores económicos las ventajas que tiene para los Estados Unidos. Centrarse en lo importante que es para nosotros seguramente será inocuo.
Tres, para Trump y para su equipo de seguridad nacional el terrorismo será un elemento central de su agenda interna e internacional. El vínculo del narcotráfico con el terrorismo será de nuevo asunto que estará en el foco central. Y ahí estaremos nosotros. Más temprano que tarde habrá una fuerte presión desde Washington para arreglar el desastre que en materia de expansión de narcocultivos están dejando el acuerdo con las Farc y la política claudicante de este gobierno.
Cuarto, es posible que haya un recorte de la ayuda de los Estados Unidos a Colombia y, con certeza, habrá un redireccionamiento de la misma. Es previsible que volvamos a tener un énfasis en seguridad y justicia y que se debiliten los apoyo al proceso con las Farc. Colombia debería insistir en la corresponsabilidad de los Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico y en la necesidad de contar con su apoyo irrestricto.
Quinto, Trump no parece amigo de las organizaciones multilaterales. La ONU y la Unión Europea ya han sido blanco de sus críticas. ¿Qué hará en relación con la OEA? Más allá de ello y fuera de México, ¿cuál será su posición en relación con América Latina? Es previsible en todo caso, si no por él mismo por su equipo de relaciones exteriores y de seguridad, que aumente la presión a Cuba y a Venezuela. Santos y su Canciller han estado jugados por ambos países. En cualquier caso, estamos obligados a desfarquizar nuestras relaciones internacionales.
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Mal empieza el proceso con el Eln: con el canje de dos guerrilleros “indultados” por Odín Sánchez, aunque la familia ha pagado miles de millones, y con el más absoluto silencio sobre los demás secuestrados en poder de los elenos. Como con las Farc, de nuevo, el gobierno cede frente a los violentos.
Rafael Nieto Loaiza
Publicado: enero 24 de 2017