Colombia, una democracia sin partidos

Colombia, una democracia sin partidos

En su acertada e inteligente columna dominical, el exfiscal Néstor Humberto Martínez planteó el debate sobre la transición de Colombia hacia un régimen parlamentario, en aras de fortalecer a los partidos políticos, propuesta audaz que, por las características del modelo colombiano y por la idiosincrasia de sus dirigentes, difícilmente prosperará. 

Los teóricos de los partidos coinciden en que estos cumplen la doble función de sostener e impulsar a la democracia. 

No es requisito sine qua non renunciar al presidencialismo para fortalecer a las colectividades. Basta observar el sistema de los Estados Unidos donde el sólido bipartidismo es prenda de garantía del equilibrio entre los poderes, y la alternación de mayorías en el congreso y la presidencia. 

Hay quienes apuntan que la atonía partidista de Colombia es una herencia del Frente Nacional, argumento poco creíble, pues el acuerdo que le puso punto final a la violencia desatada por los liberales contra los conservadores extinguió hace casi cincuenta años. 

La corrupción, las relaciones clientelares, el gamonalismo y la desconexión con los ciudadanos son la razón potísima por la que las colectividades han perdido fuerza e influencia. 

Basta revisar los resultados de las elecciones regionales. El grueso de los gobernadores electos presentaron sus nombres como candidatos de coaliciones variopintas, integradas por grupos en apariencia antagónicos. Los partidos tradicionales, en solitario, obtuvieron muy pocas victorias.

Hace nueve años, el Centro Democrático irrumpió en el país como una colectividad que representaría a millones de ciudadanos que compartían y seguían las ideas del presidente Uribe. Pero desde el principio ese partido cometió un error: tuvo miedo de reconocer el lugar del espectro ideológico en el que se encontraba. Incomprensiblemente, el expresidente Uribe Vélez rechazó que su partido se definiera como una agrupación de derecha.  

A esa falta de definición se sumó el virus de la politiquería y la incapacidad del exmandatario de controlar el manejo de la colectividad que se está convirtiendo en uno de esos partidos que venden u otorgan avales sin mayor rigor. No hace mucho, el CD era partido de gobierno con mayorías en el senado. 

Aunque en términos generales al uribismo le fue relativamente bien en las elecciones que acaban de cumplirse, lo cierto es que buena parte de sus éxitos emanaron de coaliciones extrañas, muchas de ellas con organizaciones con las que no hay afinidad ideológica. 

La calidad de la democracia no solo se mide por la seriedad y fortaleza de sus partidos. Pero aquellos sí juegan un papel muy importante, y en Colombia es cada vez más evidente la política personalista, lo que abre la compuerta para el caudillismo que indefectiblemente debilita las bases de la democracia liberal. 

@IrreverentesCol

Publicado: noviembre 2 de 2023