Chile: 50 años de libertad (primera parte)

Chile: 50 años de libertad (primera parte)

Allende, el responsable de la destrucción chilena

La versión comunista y mentirosa respecto del gobierno de Salvador Allende, apunta a que aquel fue un régimen progresista, enfocado en la implementación de políticas sociales y respetuoso del orden constitucional. Evitan referirse a las arbitrariedades, y sobre todo a los excesos antidemocráticos del responsable de la destrucción de Chile. 

Allende aspiró a la presidencia en tres ocasiones: 1952, 1958 y 1964. En todas perdió. La cuarta, en 1970, fue la vencida. Si es que puede llamarse de tal manera. 

La constitución chilena de la época contemplaba que cuando un candidato presidencial no obtenía la mayoría absoluta -mitad más uno de los votos-, la designación del presidente, entre los dos candidatos más votados, era obligación del senado. En estricto sentido, Allende no fue elegido por el pueblo, sino como consecuencia de un acuerdo parlamentario. 

En las elecciones de 1970, hubo tres aspirantes: Allende, el expresidente Jorge Alessandri -de derecha-, y el democristiano -de centro izquierda- Tomic. 

El resultado fue muy ajustado: Allende quedó en el primer lugar con un millón setenta y cinco mil votos, seguido por Alessandri, con un millón treinta y seis mil. La diferencia fue de menos de 40 mil sufragios que representaban 1.3 puntos porcentuales. 

Contra Alessandri jugaba su avanzada edad y su poco respaldo en el Senado, situación que facilitó una negociación entre la democracia cristiana -que ostentaba el poder en cabeza del presidente Eduardo Frei- y la extrema izquierda que respaldaba a Allende. 

A pesar del buen ambiente que existía respecto de Allende, las sospechas sobre su extremismo hicieron que los democristianos, antes de finiquitar su apoyo, exigieran la suscripción de un documento en el que el candidato se comprometía a respetar la constitución, la ley, la propiedad privada y demás. Allende firmó sin pensarlo un segundo. Al fin y al cabo, el papel, hoy siempre, lo aguanta todo. 

Con ocasión de su posesión, se le preguntó si juraba cumplir con el ordenamiento legal establecido. El nuevo presidente chileno, se limitó a decir “sí, prometo”. 

Así se estrenaba, por primera vez, un gobierno marxista que accedía al poder por una vía distinta a la violenta. 

En 1970, Chile era un país subdesarrollo, con un crecimiento económico marginal, que sufría, como buena parte de los países latinoamericanos, los efectos nefandos de una inflación descontrolada: 35% en el año en que Allende llegó al poder. Los chilenos no sabían lo que les deparaba el destino. 

El propósito principal de Allende era el de acelerar la nacionalización de industrias que en su criterio eran estratégicas, como el cobre, proceso que empezó a surtirse durante el gobierno de Frei y que culminó en 1971 con la aprobación de una ley que le habilitó la apropiación de de las minas que estaban controladas por dos empresas estadounidenses: Anaconda y Kennecott

Otro objetivo del gobierno comunista era la cacareada reforma agraria. Empezó por imponer un límite a la propiedad: nadie podía tener más 80 hectáreas de tierra pues el deseo de Allende era el de que “en Chile no puede haber un solo latifundio”. La aplicación de las normas para la reforma estuvo acompañada, cómo no, por un discurso incendiario de estímulo a la violencia y al odio de clases. El manual comunista en práctica. 

Miles de campesinos, azuzados por su presidente, invadieron tierras, robaron cultivos, se apropiaron de ganados e hicieron fundaciones a lo largo del país austral. 

En un abrir y cerrar de ojos, la producción agrícola se desplomó. El gobierno tomó el control de los predios que fueron expropiados -más de 6.5 millones de hectáreas-, implementando una política errada de producción controlada por un Ejecutivo que, adicionalmente, impuso un rígido control de precios. La fórmula estaba condenada a fracasar, y fracasó.

El desabastecimiento fue dramático. La falta de alimentos obligó a que el régimen estableciera las denominadas Juntas de Abastecimiento y Control de Precios, unidades que emitieron las tristemente célebres cartillas de racionamiento. Los inspectores de las juntas tenían el mandato de confiscar alimentos y de combatir el mercado negro que siempre surge como respuesta a la escasez. 

Allende y Fidel Castro. Chile, 1971

Largas filas para conseguir productos básicos. En 1972, se prohibió la venta de harina al detal con el fin de que la producción de pan quedara bajo el control del gobierno (¡!).

Para crear la fantasía de que los pobres tendrían un mayor poder adquisitivo, Allende firmó un decreto aumentando los sueldos en un 20%. 

La inflación con que empezó su gobierno -de más del 35%- subió como espuma. En 1972 llegó al 216%, y en 1973 ascendió al 605%.

La “promesa” de Allende de respetar la constitución duró pocos segundos. Tenía el firme propósito de atornillarse al poder. Invitó a Fidel Castro a Chile. La visita, que duró casi un mes, sirvió para que el presidente aprendiera del dictador cubano que se paseó de norte a sur, aplaudiendo las expropiaciones y las tomas violentas de las propiedades rurales. En una de las entrevistas que concedió, recomendó que los comunistas chilenos debían enfrentar a los defensores de la democracia y las libertades “con una resistencia fuerte, e incluso con una resistencia violenta”. 

La prensa fue perseguida. Allende ordenó el cierre de diarios impresos y de programas de radio críticos. El periódico El Mercurio no se salvó de la persecución. Un juez de izquierda, urgido por agradar al presidente, ordenó su cierre. En palabras de Allende: “La actitud de El Mercurio es antinacional, antidemocrática”. El dueño de ese medio, Agustín Edwards, fue una figura clave en la caída del régimen comunista. 

Segunda parte, 12 de septiembre: El golpe que devolvió la libertad 

@IrreverentesCol

Publicado: septiembre 11 de 2023