¿Por qué teniendo un pasado colonial fastuoso, se quedó atascada en su subdesarrollo, mientras que Norteamérica tierra de puritanos, de vaqueros y de indios, se transformó en parte integral del primer mundo?
Para dilucidar este enigma, Alfonso Guerra Fajardo planteó que todos los latinoamericanos, tarde o temprano, nos concientizamos del atraso en que vivimos. Los pobres, desde el primer día de su existencia, los demás, en la medida en que avanzamos en nuestras vidas (ver Guerra Fajardo, Latinoamérica de nuevo, 1995).
Las razones fundamentales de nuestro subdesarrollo varían.
La resignación cristiana sumado a la negación de la realidad son las más frecuentes. Empero, sin duda alguna, un deporte favorito del continente latinoamericano y sus gentes ha sido el de achacar las culpas a terceros por medio de la transferencia de sus responsabilidades junto con la evaluación desprevenida de las causas y efectos sobre nuestra situación actual con el objetivo de construir narrativas en el presente que justifiquen las medidas populistas que se toman en cada gobierno.
De tal forma que Latinoamérica se ha llenado de gobiernos populistas y caudillistas en estos dos sentidos: de derecha y de izquierda, cada cual, achacando las responsabilidades al otro; con discursos y construcción de narrativas que cada cierto tiempo llevan a la región a su atraso y aislamiento; mientras que el mundo, en general, avanza con una rapidez inusitada y sorprendente, a la vez.
Subdesarrollo no solo económico, como bien lo plantea Guerra Fajardo, sino mental como lo sostiene Carlos Alberto Montaner en su ensayo: La Lenta agonía de América Latina.
Lo razonable, pues, resulta aceptar, con toda humildad, que la especie humana latinoamericana decidió aislarse, negarse del mundo contemporáneo desde su misma independencia generando una narrativa de rebelión en contra del imperialismo español, primero, norteamericano o yanqui, después, como decía Chávez.
En tiempo presente, vemos esa narrativa de rebelión en la filósofa ministra de minas Irene Vélez contra del petróleo y el carbón, pero usa tenis de marca de fibra sintética derivada del petróleo, negando la realidad.
Ha sido un discurso de rebelión anacrónico y autodestructivo desde Fidel Castro quien construyó su propio imperio colonial y de explotación a sus súbditos en todo punto de vista: mental, económico, social, político.
Es así como llegamos al despotismo ególatra del desgobierno del Petro caos, donde rápidamente se construye una autocracia entorno a su líder: Petro, con un despotismo ilustrado y, por momentos, con altos rasgos de un comportamiento sociópata donde se ignora el discernimiento entre el bien y el mal y los sentimientos de los demás porque solamente importa mi propio sentimiento.
El mío, el de Gustavo.
El despotismo ilustrado fue un movimiento que surgió en Europa durante el período de las monarquías absolutas, queriendo hacer un cambio no por la vía revolucionaria, sino pacífico; buscando los principios de su revolución con el fin de mantener el status quo del momento entre le Ancien y Nouveau Regime.
Y, al igual que los jóvenes románticos de la primera línea, Adolfo Hitler también fue amnistiado por cuenta de la justicia restaurativa de la República de Weimar.
El despotismo ilustrado del desgobierno del Petro caos se muestra en torno a su figura ególatra; ahora, con programa propio de televisión que bien lo podría llamar Aló presidente, igual que su mentor Hugo Chávez gracias a un contrato para su producción superior a los $3.500 millones.
Con su doble moral, las matrices de opinión gramcianas se estarán frotando sus manitas.
Puntilla: Donde Iván Duque hubiera contratado algo similar, qué no estarían diciendo. Pero, como ahora el partido conservador es parte del cambio…
Publicado: diciembre 6 de 2022
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