El llanto de los majaderos

El llanto de los majaderos

Es indignante ver los mensajes de los majaderos que le hicieron campaña a Petro, quejándose del presidente y elevando voces de protesta. 

Durante la campaña se les advirtió, se les puso de presente, se les insistió que estaban apoyando a un tirano. Decían que se trataba de exclamaciones calenturientas de la extrema derecha. Defendían a Petro mostrándolo como “un demócrata” que respetaba las reglas de juego democráticas, a sabiendas de que estaban mintiendo. 

Fueron los blanqueadores de un psicópata al que se le conocía su talante, sus depravaciones, su atonía moral, sus ideas retardatarias y su irrespeto al estado de derecho. 

Sus quejas no son legítimas ni válidas. Cuando llegue el momento de hacer los enjuiciamientos sociales y políticos, a los primeros que hay que poner bajo el foco son, precisamente, esas personas que mostraron como pura, a la fétida campaña socialcomunista. Algunos procedieron movidos por el odio hacia los expresidentes Uribe y Duque. Otros, actuaron pensando en los puestos y las dignidades a las que podrían acceder si lograban el favor de Petro. 

El motivo no es relevante. Lo único que vale es el resultado. Hoy, Colombia está cayendo por el abismo y esa hecatombe se debe, en buena medida, a la mezquindad de esos “miembros del establecimiento” que indignamente inclinaron sus cabezas ante el tirano colombiano. 

El narcopresidente Samper, sujeto infame que le pignoró la dignidad de la República al cartel de Cali, se siente muy cómodo abogando por delincuentes de su misma ralea. Por eso, es coherente que sea el principal defensor del régimen. Cuando surgieron las denuncias de Benedetti respecto de la financiación de la campaña petrista con dineros de la mafia, el primero en auxiliar a Petro fue Samper. El hampa tiene sus códigos y sus protocolos de lealtad. En esas materias, Samper y Petro son doctos. 

Humberto de la Calle, que equivocadamente creyó que la entrega de la democracia y la legalidad de Colombia a las Farc eran el vehículo que lo llevaría a la presidencia, llegó al ocaso de sus días como loro sobre un piso enjabonado. Incoherente, errático, pero siempre fantoche. Cuando se cumplieron los primeros 100 días de gobierno aseguró que Petro estaba haciéndolo muy bien. 

Hoy, dice todo lo contrario. Llora como plañidera los efectos de la catástrofe que él ayudó a generar, primero con la claudicación del Estado ante las Farc, y luego como senador ambivalente que durante meses fue un petrista vergonzante, ayudando por los laditos y sin que se notara mucho, quizás esperando un cargo diplomático para su hijo, o un contrato para cualquiera de sus dos hijas. 

@IrreverentesCol

Publicado: abril 3 de 2024