El triste epílogo de Hernández

El triste epílogo de Hernández

La situación de salud del exgobernador y excandidato presidencial Rodolfo Hernández merece absoluto respeto, esperando que pueda salir delante de la penosa enfermedad que está padeciendo, y que él mismo calificó de terminal. 

Hace menos de 10 años, Hernández era un perfecto desconocido a nivel nacional. Su empresa y sus negocios estaban concentrados fundamentalmente en el departamento de Santander. 

En 2015 se presentó como candidato a la alcaldía de Bucaramanga, enarbolando unas supuestas banderas de transparencia. Aseguraba que iba a gobernar con “lógica, ética y estética”. Ganó contra todos los pronósticos de la clase política y estudios demoscópicos. Su victoria fue una sorpresa para la opinión pública. 

Su administración no estuvo ajena de escándalos, casi todos emanados su temperamento efervescente, descontrolado y vulgar. 

Circuló un audio en el que el energúmeno Hernández amenaza a su interlocutor con ir hasta su casa a pegarle un balazo. 

Antes de terminar su alcaldía, perdió el control en una discusión que sostenía con un concejal que lo estaba grabando. El resultado: Hernández, fuera de sí, profiriendo toda suerte de insultos, terminó propinándole un tremendo tortazo al provocador que rápidamente salió a publicar las imágenes. 

Cuando anunció que correría por la presidencia de la República, muchos vieron esa aspiración como un chiste y como una cortina de humo con la que pretendía tapar el escándalo de corrupción desatado por una comisión que cobró uno de sus hijos para la adjudicación de un multimillonario contrato relacionado con el manejo de los desechos en Bucaramanga. 

Rodolfo Hernández, evidentemente gobernó a la capital santandereana sin ética y sin estética. 

A pesar de ello, su candidatura empezó a crecer aceleradamente. Cuando todas las encuestas apuntaban que la segunda vuelta sería entre Petro y Federico Gutiérrez, la sorpresa se dio cuando el resultado evidenció que Hernández le sacó 900 mil votos a ‘Fico’.

Se convirtió entonces en la alternativa a Petro. Nadie conocía su programa de gobierno. Fue un candidato que no hizo campaña, que se limitó a las redes sociales y a capitalizar el voto de los inconformes con la clase política tradicional pero que, en ningún caso, estaban dispuestos a respaldar al socialcomunista Petro. 

Para la segunda vuelta, Rodolfo era el menor entre dos males. 

Es incontrovertible que Hernández no quería ganar la presidencia. Lo que para él seguramente era una estrategia distractora se volvió una realidad, y un problema. Cuando todos los políticos entregan el alma en aras ganar unas elecciones, Rodolfo hizo exactamente lo contrario: se concentró en buscar el camino para ser derrotado. 

Consciente de que Antioquia es el principal bastión del antipetrismo, en vez de conquistar ese electorado, resolvió insultar al pueblo paisa. 

Colombia, un país creyente y devoto de la Virgen María, oyó estupefacto los insultos que él profirió contra la Madre de Nuestro Señor. 

Entre la primera y la segunda vuelta solo hay tres semanas. Hernández gastó dos espantando electores y la tercera se fue a Miami a dar una entrevista de televisión y a esconderse de un supuesto atentado contra su vida. 

Conclusión: le despejó el camino a Petro para que lo volviera trisas en las elecciones. 

El temor que despertaba el candidato socialcomunista era tan grande que, a pesar de los dislates y de la evidente incapacidad mental -y moral- de Rodolfo Hernández, más de 10.5 millones de personas votaron por él. Petro le ganó por escasos 700 mil votos. 

A los pocos días de las elecciones, se conocieron unas fotografías en las que se ve a Rodolfo sonriente, mientras abraza fuertemente a su rival. 

Una imagen dice más que mil palabras. Seguramente el exalcalde de Bucaramanga -apelando a su lógica retorcida- calculó que, al facilitar el triunfo de Petro, su situación judicial mejoraría. Poco o nada le importó lo que pensaran los millones de colombianos que votaron por él. 

Inmediatamente se ganó el desprecio de sus electores, y Petro, por supuesto, no hizo nada por ayudarlo en su proceso penal, pues al fin y al cabo la fiscalía estaba en manos de un hombre honorable como Francisco Barbosa que no permitió que el presidente metiera sus inmundas manos en la administración de justicia. 

Rodolfo Hernández llegó al ocaso de su vida padeciendo una penosa enfermedad, llevando a cuestas una sentencia condenatoria que confirma que él es un corrupto, recibiendo el desprecio de millones de colombianos y, como si aquello no fuera suficiente, con la posibilidad de culminar su paso por este mundo en una cárcel. 

@IrreverentesCol

Publicado: marzo 19 de 2024