A finales de la semana pasada, el presidente de Argentina Javier Milei pronunció el que muchos han calificado como su mejor discurso.
Sucedió en el marco de la instalación de las sesiones parlamentarias de su país. El presidente concurrió con el anuncio de los proyectos que presentará ante el legislativo con el fin de desmontar lo que él ha llamado la “casta” política que es, indiscutiblemente, la responsable de la catástrofe económica y social que sufre la otrora poderosa Argentina.
El discurso, efectivamente, sienta las bases para la refundación del país al que Milei le hizo un diagnóstico breve pero indiscutible: “inoperante, quebrado y que no puede cumplir con sus funciones básicas. Un Estado que hace todo, y todo lo hace mal, generando perjuicio en cada aspecto de la vida social en que se entromete. Es por ello que a mayor Estado presente, mayor despilfarro y menor bienestar para los argentinos de bien…”.
Sin ambages reveló que, con su ascensión al poder, encontró a un Estado convertido en “una organización criminal, diseñada para que, en cada permiso, en cada regulación, en cada trámite y en cada operación haya una coima para el político de turno”.
La radiografía es bastante parecida a la de la Colombia socialista gobernada por la estructura petrista.
Milei es un gobernante de acción. Llegó con el fin de liderar cambios, no a quejarse ni a pronunciar discursos en tono grandilocuente. Sabe que se está jugando el todo por el todo. Es consciente de que el viento sopla en su contra. Que el régimen peronista está enquistado en lo más profundo del Estado, que no cuenta con las mayorías parlamentarias necesarias para sacar adelante su agenda “anticasta”, que es la nominación que le puso al paquete legislativo que fue presentado en el congreso.
Las medidas, que en cualquier país con un grado elemental de desarrollo económico y democrático, son una obviedad, incluyen: eliminación de pensiones privilegiadas, elecciones democráticas y transparentes en las centrales sindicales, los condenados por delitos de corrupción no pueden someter sus nombres a cargos de elección popular, los funcionarios podrán participar en huelgas pero se les descontará del sueldo los días que no trabajen por estar manifestándose, los partidos políticos no seguirán siendo financiados por el Estado, y en adelante sobrevivirán con aportes privados de sus afiliados, donantes y simpatizantes.
Pero la propuesta más importante y que evidentemente plantea un debate que va más allá de las fronteras argentinas, es la de elevar a la categoría de delito de lesa humanidad la financiación del presupuesto público a emisión monetaria indiscriminada.
En palabras del presidente Milei: “Todos los economistas serios del mundo, salvo algunos perros falderos de la política argentina, coinciden en que financiar el tesoro con dinero emitido por el banco central genera inflación. Esto no es opinable. Financiar al tesoro con emisión, es técnica y moralmente mal. Esto es así porque genera inflación, porque licúa la capacidad de compra de todos los argentinos para poner plata en la mano de la política, que no es usada para otra cosa que su provecho personal. Sin embargo, en Argentina lo hemos hecho una y otra vez y como resultado somos uno de los países que más inflación ha tenido en la historia moderna. Con nosotros se acaba. Vamos a enviar un proyecto al congreso para penalizar por ley al presidente de la nación, al ministro de economía, a los funcionarios del banco central, y a los diputados y senadores que aprueben un presupuesto que contemple financiar déficit fiscal con emisión monetaria, para terminar de una vez por todas y para siempre con estas prácticas insostenibles moralmente y criminal”.
Y para que quedaran notificados los responsables de la debacle económica de Argentina, puntualizó: “Propondremos que dicho delito esté a la altura de un delito de lesa humanidad, de manera tal que sea imprescriptible para que tarde o temprano paguen el costo de sus acciones”.
Los Estados salen adelante bajo el liderazgo de presidentes con agendas simples, aplicables, necesarias para superar las crisis, y no con discursos retóricos y fantasiosos como los que sistemáticamente brotan de presidentes socialistas como el colombiano.
Milei notificó a su país que no está jugando, ni que está lanzando una moneda al aire. Tiene claro el marco legal necesario para empezar el proceso de reconstrucción nacional, y está dispuesto a pagar el costo político y personal que sea menester: “Nosotros no vinimos a jugar el juego mediocre de la política. No vinimos a prestarnos al toma y daca de siempre ni a emular a esos políticos que supeditan sus proyectos al intercambio de favores, cargos y negocios. No vinimos a hacer más de lo mismo. Vinimos a cambiar al país en serio. Por eso, antes de aprobar un proyecto vaciado de contenido, preferimos retirarlo. No negociamos el cambio. Vamos a cumplir la promesa que le hicimos a la sociedad con o sin el apoyo de la dirigencia política”.
Notificó a la casta que cuando su gobierno se encuentra con obstáculos, no da marcha atrás, sino que “vamos a seguir acelerando”.
Y para dejar planteado su nivel de compromiso con sacar adelante el programa de gobierno por el que votó la mayoría de los ciudadanos argentinos. “Nosotros no tomamos decisiones pensando en nuestra carrera política. Nosotros vinimos a enarbolar las banderas de la libertad con plena conciencia de que íbamos a tener que pagar los costos de la fiesta obscena que muchos de ustedes [en referencia al peronismo] realizaron, porque lo que nos mueve a nosotros no es el poder por el poder mismo, sino nuestra causa sagrada: la defensa de la vida, la libertad y la propiedad privada de los argentinos”.
Convocó a todos los sectores políticos para que en dos meses concurran a la suscripción de nuevo contrato social al que ha denominado “el pacto de mayo” que es un decálogo que esquematiza los puntos básicos de su discurso, aunque sabe que es muy poco probable que la “casta” atienda su invitación.
Lo cierto es que Javier Milei no tiene reversa ni temor a las consecuencias. Él lo sabe y lo advirtió al finalizar su histórica intervención: “Aceptamos pagar todos los costos políticos para lograr estos cambios, inclusive costos políticos que no nos correspondan. Porque si el precio de arreglar este país es caer al ostracismo, allí me encontrarán con orgullo porque para nosotros no hay nada más sagrado que la lucha por la libertad”.
Dirigentes de esa talla, esa grandeza y claridad mental surgen muy esporádicamente, y normalmente aparecen cuando las naciones están al borde del colapso. En Colombia sucedió hace más de dos décadas, cuando el Estado naufragaba en las aguas del terrorismo. Llegó Uribe, salvó a la nación, reconstruyó a la democracia y recuperó las esperanzas. Salió del poder en 2010 y el país va camino hacia una nueva destrucción, quizás peor de la que se vivía a comienzos de siglo. Harta esperanza despertaría un líder de la talla de Milei para sacar adelante una nueva reconstrucción nacional. Desafortunadamente esa persona no se ve en el horizonte.
Publicado: marzo 5 de 2024