No es tarea fácil lograr que Colombia recupere la sede de los juegos Panamericanos del año 2027, la cual fue retirada a comienzos de año.
El gobierno de Petro, a pesar de que los recursos estaban aprobados desde la administración Duque, se hizo el de la vista gorda e incumplió los pagos pactados en el contrato, perjudicando no solo a la ciudad de Barranquilla -sede principal del evento-, sino a todo el país.
Los grandes certámenes deportivos son una vitrina importantísima por la que compiten los países. Independientemente de la naturaleza del acontecimiento, nacional o regional, servir como anfitrión de unos juegos tiene connotaciones de singularísima relevancia, empezando por el factor económico.
Lo de los Panamericanos obliga a recordar el mundial de futbol al que Colombia renunció. De acuerdo con la programación de la Fifa, Latinoamérica tenía el derecho de ser la sede del compromiso de 1986. En el proceso de selección, se le otorgó el privilegio a Colombia a pesar de las evidentes deficiencias en infraestructura.
El país, en principio, se comprometió a emprender las obras necesarias, que iban más allá de la adecuación de los estadios. Como es natural, era necesario poner al día la oferta hotelera, la infraestructura de vías y aeropuertos para recibir, alojar y movilizar a decenas de miles de visitantes extranjeros.
En octubre de 1982, cuando Belisario Betancur llevaba dos meses en el poder, se anunció que Colombia renunciaba ser la sede del mundial del 86. El presidente aseguró que las exigencias de la Fifa eran inatendibles, y que era mejor destinar los recursos para la construcción de escuelas y hospitales.
México, que había sido la sede del mundial de 1970, apresuradamente se presentó como alternativa, y la Fifa no dudó en adjudicarle a ese país centroamericano el honor de presidir el certamen mundial que Colombia despreció.
Desgraciadamente, no se hizo el evento futbolístico, y tampoco los centros hospitalarios y educativos prometidos por Betancur.
Cuando el gobierno socialcomunista de Petro fue notificado por parte de Panam Sport, organización que lidera los juegos Panamericanos, que retiraba a Barranquilla como sede de los juegos del 27, la ministra de Deporte se apresuró a decir que el gobierno no había cumplido con los pagos pactados por falta de recursos. La funcionaria mintió como una bellaca y fue desmentida con documentos que prueban que la cartera que ella lidera sí contaba con los fondos.
Es evidente que Petro dio la orden de no hacer los juegos. Y la razón salta a la vista de todos: su odio visceral por el alcalde de Barranquilla Alex Char. Increíble que el país pierda semejante oportunidad por la mezquindad y la estulticia de quien ejerce el gobierno central.
Resulta dramático que cuarenta años después de haber renunciado estúpidamente a hacer el mundial de Futbol, Colombia siga por la misma senda de despreciar las grandes ventajas que trae la organización de importantes eventos deportivos.
Publicado: enero 10 de 2024