El cuestionado exsenador Benedetti, envuelto en múltiples investigaciones penales, se ha visto nervioso e inseguro en las últimas horas. Ya no es el mismo alevoso que los colombianos han tenido que soportar.
Hace poco, vitoreó estruendosamente que el proceso por enriquecimiento ilícito que se adelanta en su contra le fuera arrebatado a la magistrada Cristina Lombana, a través de un trámite oscuro en el que participaron los colegas de esa togada.
Ha trascendido que la doctora Lombana tenía previsto proponer una medida de aseguramiento intramural contra Benedetti Villaneda. Minutos antes de que el asunto fuera discutido por la sala de instrucción de la corte suprema de Colombia, Benedetti, a través de una verdadera jugada propia de un rábula, logró que prosperara una recusación a todas luces infundada.
La celebración del procesado fue estentórea. Se aseguró de que dicha investigación le fuera asignada al oscuro Cesar Reyes Medina, magistrado al que Benedetti dice tener “cuadrado”.
Pero la dicha duró muy poco. Así sea cierto que Reyes Medina, conocido de autos por su debilidad por el dinero, esté comprometido con la impunidad de Benedetti, tiene un estrecho margen de acción por la contundencia de las pruebas y los informes de policía judicial que obran en el expediente.
Benedetti no tiene cómo justificar su patrimonio, ni los cientos de millones de pesos que él presenta como “préstamos” otorgados en billetes, sin que medie certificado ni constancia de pago.
Buena parte del patrimonio del exembajador caído en desgracia tiene un origen: el polémico empresario Euclides Torres, sujeto con el que Benedetti sostiene una estrecha relación de compinchería.
Torres es el mecenas del político barranquillero. ¿Lo ha llenado de dinero por cariño? ¿Por filantropía? Las respuestas son negativas. Son pagos de favores, y aquello está judicialmente establecido.
Ahora ha surgido una nueva dificultad para el exsenador: la megamansión que está construyendo en Puerto Colombia. Se trata de una lujosa casa que adquirió hace un par de años y que ordenó demoler para erigir una nueva.
El problema es que la casa figura a nombre de su sometida esposa, Adelina Guerrero Covo.
La señora Guerrero certificó que su actividad económica consiste en organizar fiestas infantiles. Esa profesión no le permite reunir los recursos para justificar la adquisición y las mejoras de la casa en cuestión.
Ha trascendido que la fiscalía estaría evaluando llamar a la señora Guerrero con el fin de que aclare esa adquisición y cuente de dónde sacó el dinero para el perfeccionamiento del negocio. ¿También fue un préstamo en efectivo de Euclides Torres? Organizando piñatas, con payasos, magos y marionetas, la Guerrero Covo no pudo reunir los miles de millones que fueron desembolsados en esa transacción.
Hay quienes dicen que la justicia jamás llegará hasta Benedetti. Eso mismo decían grandes criminales como los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela. El destino y la sociedad no pensaban lo mismo, y terminaron en el peor de los calabozos pagando por los delitos que cometieron.