Improvisación, corrupción, drogadicción y persecuciones

Improvisación, corrupción, drogadicción y persecuciones

Es una feria de improvisaciones. No hay gobierno. El grueso de los altos funcionarios son personas sin experiencia ninguna en la gestión pública. Pusieron a un mamarracho de la peor calaña al frente de la misión de Colombia en México. Su experiencia diplomática: haber participado en un juego escolar en el que los muchachitos hacen una parodia de las Naciones Unidas. El juego duró un día. El tipo, por supuesto no es bachiller ni profesional. 

En una sentencia maravillosa, el tribunal administrativo de Cundinamarca dejó sin efectos el decreto de nombramiento del remedo de embajador.

El auto fue comunicado cuando el país era informado de que el ministerio de Hacienda, entidad que históricamente ha estado integrada por técnicos, cometió un error de más de $4 billones de pesos, al pagar repetidamente a miles de servidores del Estado. 

Como si fuera un tendero de barrio, el errático ministro de Hacienda tuvo que salir corriendo a rogar que los beneficiarios le devolvieran la plata. Los decentes lo hicieron, pero otros hampones -petristas al fin y al cabo- se hicieron los desentendidos. Lo cierto es que hay cerca de $800 mil millones embolatados que nunca serán recuperados.

Y Petro ausente, desparecido, embutido en su mundo, entregado en cuerpo y alma a las drogas. Sus escazas apariciones son para infundir miedo, para lanzar amenazas, para mentirles a los colombianos. Nadie, ni los periodistas abyectos que lo aplauden como focas -Coronel el que más- se atreven a soslayar su creciente impopularidad. Pero él, Petro, dice con total desvergüenza que, si las elecciones fueran ahora, él volvería a ganar. Seguramente tiene la seguridad de que las platas asquerosas del hombre Marlboro, del Turco Hilsaca y de Euclides Torres fluirán para hacer las compras de conciencias y de votos para cumplir ese propósito. 

Pero que nadie se llame a engaños. Lo que hasta ahora se ha registrado es un simple proceso de aguante. Petro sabía que su primer año y medio iba a ser difícil, mientras no tuviera a la justicia en sus manos. 

Él lo dijo y lo cree firmemente: el fiscal general es empleado suyo. Y por eso elaboró una terna de mujeres dispuestas a cumplir sin remilgos sus instrucciones. No importa cuál de las tres amiguitas de Iván Velásquez sea la elegida, pues la que resulte será lacayo del presidente. Como el célebre Fernando Galindo, personaje del cine español de los años 60 del siglo pasado, la próxima fiscal se presentará ante el presidente como “un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo”. 

A partir del momento en que el doctor Barbosa salga de la fiscalía, Colombia entrará en una delicada dinámica de persecuciones judiciales. Por eso mismo, la corte suprema, que tiene la obligación de elegir al fiscal, debe valorar muy bien la trascendencia de su designación, pues los magistrados del alto tribunal saben que la persona escogida por ellos no llegará a administrar justicia, sino a hacerle mandados al presidente Petro.

La degradación moral de Colombia es delicada, irreversible y crónica. El gobierno está en manos del hampa, la justicia quedará bajo el control de una criada del Ejecutivo, la Fuerza Pública, corrompida hasta lo más profundo de su estructura, emulará a las fuerzas armadas bolivarianas de Venezuela que, en un abrir y cerrar de ojos, hicieron tránsito hacia la narcotización, consolidándose como uno de los carteles más poderosos del universo. 

Y mientras tanto, la oposición desvaneciéndose. No hay un solo dirigente de peso, capaz de enfrentar la amenaza. Quienes posan de antagonistas de Petro, cuando no caen en la ordinariez -caso Polo Polo-, se dedican a las maniobras menores, como ir a la sede presidencial a tomar café con el gobernante. 

El panorama presente es oscuro y no se advierte un rayo de luz en el horizonte. Colombia es una causa perdida. 

@IrreverentesCol

Publicado: noviembre 27 de 2023