De acuerdo con la Real Academia Española, toda persona desprovista de sentido moral es “amoral”.
La calificación es fácilmente aplicable al socialcomunismo como corriente ideológica y política. Resulta indefensable alegar que el comunismo tiene bases morales, cuando la violencia es inherente a él.
Aunque la frase es atribuida a Marx, fue su compinche Friederich Engels quien sostuvo que “la violencia es la partera de la historia”, para justificar la eliminación de millones de personas que se oponían a la implantación de la dictadura del proletariado.
Es de sentido común que cualquier apología a la violencia contradice los cánones elementales de la civilización. Los “buenistas” dirán que aquello es cosa del pasado, que la revolución bolchevique ocurrió hace más de cien años, que para avanzar es necesario pasar la página de la revolución china que causó la muerte de decenas de millones de personas, que la barbarie estalinista no tiene nada que ver con la ideología, y para desviar la discusión se esgrimirán los crímenes del nacionalsocialismo y del fascismo, cuando aquello no tiene discusión ninguna. Todos los muertos merecen respeto y los victimarios, independientemente de su ubicación en el espectro ideológico, el mismo repudio.
Que nadie se llame a engaños: el socialismo de ayer y hoy llora por un solo ojo. Los crímenes de la llamada derecha son para ellos imperdonables, mientras que los que cometieron y siguen cometiendo desde la izquierda son justificables. Se trata de crímenes románticos, perfectamente descritos por el exmagistrado colombiano Carlos Gaviria que, sin que se le moviera un pelo, concluyó que una cosa es matar para enriquecerse, y otra es matar para buscar una vida mejor.
Colombia es gobernada por un asesino. Hay que decirlo con todas sus letras y con la boca bien grande. Se trata de un criminal que se forjó en las filas de una estructura que cometió crímenes de lesa humanidad.
La banda terrorista M-19 fue la que implantó en Colombia el secuestro extorsivo. La banda terrorista M-19 era imbatible en la extorsión y el boleteo a pequeños y medianos empresarios. La banda terrorista M-19 fue la primera guerrilla en servir como brazo armado de un cartel del narcotráfico.
Petro se siente orgullosísimo de su pasado como forajido del grupo criminal que, es prudente refrescarlo, violó monjas, reclutó y esclavizó sexualmente a centenares de niñas, implementó métodos de tortura como enterrar secuestrados hasta el cuello y posteriormente defecar sobre ellos, descuartizar a sus víctimas, tomar sedes diplomáticas como las oficinas de la ONU, o la embajada de República Dominicana en Bogotá, asesinar policías indefensos para robarles su arma de dotación, matar por inanición a secuestrados cuyas familias no pagaban el rescate exigido. La lista de actos de barbarie cometidos por esa organización terrorista es infinita.
Hace poco, Petro anduvo de paseo en Cuba y desde la isla sometida a la fiereza comunista, quiso exaltar a los hermanos Castro, alegando que ellos “cuidaron que los niños tuvieran comida, salud y educación…”. A renglón seguido señaló temerariamente al presidente Iván Duque diciendo que él ordenó el bombardeo de menores: “creíste que si morían los niños moriría el comunismo…”.
Muchos considerarán que el presidente colombiano es un vulgar cínico. El asunto es de mayor calado. Las de él son expresiones propias de un psicópata que adolece de un código de conducta moral.
Su defensa de los Castro no es una salida desafiante, ni responde a un compromiso político con los cabecillas del régimen cubano. Es el reflejo de lo que sinceramente cree un tipo que durante su primera juventud, en vez de cultivar su intelecto, resolvió sumarse a una estructura armada que le prestaba servicios de delincuenciales a Pablo Escobar. Mientras sus contemporáneos invertían tiempo en la lectura y en el debate universitario, Petro estaba matando, robando, ocultándose, enmascarándose, cambiándose el nombre. En fin, llevando la vida del rufián que nunca ha dejado de ser.
Ambientó su campaña presidencial de 2022 con actos violentos. Habla de la protección de la vida de los niños, y pretende que se olvide que su brazo armado, la llamada primera línea, dejó morir a un bebé recién nacido en uno de los bloqueos que él ordenó.
Ningún remordimiento, expresión de arrepentimiento y propósito de enmienda. Todo lo contrario. Más violencia, más amedrentamientos, más persecuciones, más abusos de poder, más corrupción y, por supuesto, más depravaciones es lo que los colombianos registrarán por parte de su presidente.
Publicado: septiembre 18 de 2023
Excelente columna de opinión