Una justa absolución

Una justa absolución

Después de un calvario procesal de más de una década la Corte Suprema de Justicia absolvió a Judith Pinedo, la ex alcaldesa de Cartagena que tuvo que vivir un infierno por hacer lo correcto, por defender su ciudad y por no ceder ante las presiones de los de siempre.

Su caso, paradójicamente, es muestra al mismo de tiempo de lo mejor y lo peor de la política. Lo mejor, porque sin pertenecer a las casas tradicionales llegó al poder de su ciudad de forma limpia. Durante su Alcaldía se redujo la pobreza en un 6%, la inversión en educación llegó a máximos históricos y se triplicaron el número de oferentes en las licitaciones públicas.

Demostró que las cosas se pueden hacer bien y que el poder puede ser utilizado para mejorar las condiciones de vida de todas las personas, desde los más adinerados hasta los más desfavorecidos. De 2008 a 2011 se convirtió en uno de los personajes políticos más relevantes del País y todos esperaban un crecimiento notable de su carrera política.

Sin embargo, lo que le sucedió también deja en evidencia lo peor de la política. Por mostrar independencia y no ceder ante los sectores de siempre, fue vilmente perseguida en estrados judiciales durante más de una década. Sus detractores se inventaron el cuento que había vendido ilegalmente predios de la ciudad.

Los que no la querían se montaron en ese caballito de batalla para asegurarse que nunca más volviera a la Alcaldía. Se empeñaron en destruir su buen nombre y en enlodar uno de los legados más importantes en la historia de la ciudad. Sí, la misma que ha tenido 12 alcaldes en los últimos 10 años y que está inmersa en una crisis de gobernabilidad e inestabilidad institucional.

La justicia, esa que tanto se necesita para que las personas confíen en el Estado, fue instrumentalizada para perseguir a Pinedo. Afortunadamente la Corte corrigió el error que cometió el Tribunal y declaró la inocencia de la exalcaldesa, pero mucho tiempo tuvo que pasar para llegar a esa decisión.

Nadie le va a devolver a Judith el tiempo perdido, el desgaste asumido ni los días que tuvo que pasar injustamente tras las rejas. Y mucho menos la tranquilidad que se desvaneció a la espera de un fallo que casi no llega.

Este caso, desafortunadamente, pone a pensar a más de uno de la conveniencia de entrar a la política. Exponer su vida, su libertad, su tranquilidad, ¿a cambio de qué? El servicio público es mayoritariamente ingrato y si a eso le sumamos este tipo de persecuciones jurídicas…

Llevo varios años sin hablar o ver a Judith, pero lo que siempre he tenido claro es su inocencia. Mi admiración y cariño por ella crecieron mucho más durante estos años. He sufrido mi propio calvario, y su tenacidad ha sido ejemplo para mí, y ahora se convirtió en mi fe y esperanza. También creo en la justicia divina, esa que por fin llegó para ella. ¡Libertad!

@Tatacabello

Publicado: marzo 23 de 2023

Un comentario

  1. Es verdad que necesitamos una reforma profunda a la justicia, porque opera más oportuna y eficazmente la mafia politica que la misma institucionalidad.

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