Mitos políticos

Mitos políticos

En mi lejana juventud, mientras unos de mis compañeros de universidad se aplicaban a leer a Marx. Lenin y sus epígonos que los nutrían de ideas comunistas, yo fortalecía mis ideas liberales leyendo a Benedetto Croce y Guido de Ruggiero, al tiempo que abrevaba en la social democracia de la mano de Harold Laski.

En alguna colección de ensayos de De Ruggiero encontré esta cita de Nietszche, tomada de «Así habló Zaratustra»: <<Estado se llama al más frío de los monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y esta es la mentira que se desliza de su boca: «Yo, el Estado, soy el pueblo»>>.

La traigo a colación a propósito del proyecto de reforma sanitaria que promueve el gobierno neocomunista entre nosotros, sobre la base de que, como la salud es un derecho fundamental, su atención es tarea, más que prioritaria, exclusiva del sector público que encarna el Estado.

Esta es una gran mentira. El cuasimonopolio de la salud a cargo del Estado no la pone necesariamente en manos ni al servicio del pueblo. El país ya sufrió la experiencia del ICSS, transformado después en ISS, un monstruo burocrático que, según el Director de la Adres, está de vuelta, gústeles o no.

La lógica que está tras la tesis de que toda prestación que atienda derechos fundamentales, como el de la salud, debe quedar en manos del Estado es totalitaria.

Según ella, todo servicio médico debería ser estatal, Pero lo mismo habría que predicar acerca de la nutrición, la educación, el transporte, la recreación y todo aquello que, bajo el concepto de bienes primarios, se considere necesario para la vida humana.

De ese modo, se rinde tributo al dogma fascista formulado por Mussolini: «Todo dentro del estado, nada fuera del estado, nada contra el estado»

Al fin y al cabo, fascismo y comunismo son hermanos nacidos de las mismas corrientes ideológicas, especialmente las derivadas del pensamiento hegeliano. 

Precisamente, sobre las afinidades antiliberales  e inhumanas de los totalitarismos mal llamados de izquierda y de derecha que fueron signo distintivo del acontecer histórico del siglo XX y bajo distintos atuendos tratan de revivir en estos días, versa un impresionante libro en cuya lectura ando ahora enfrascado: «El Diablo en la Historia», de Vladimir Tismaneanu (Stella Maris, Barcelona, 2015). Ya volveré sobre el asunto para referirme a la presencia del Maligno en la atormentada historia colombiana.

La ideología dominante en el gobierno actual es a todas luces totalitaria y, por ende, liberticida. La democracia que dice promover no es la liberal, que es fruto maduro de la civilización occidental, sino la totalitaria, edulcorada con el veneno de la voluntad popular. A dicho régimen se refiere un importante libro de J.L. Talmon: «Los Orígenes de la Democracia Totalitaria». Sus componentes míticos pueden rastrearse leyendo la obra clásica de Ernst Cassirer, «El Mito del Estado».

Lo de poner la salud en manos del pueblo no es otra cosa que entregarla a los políticos corruptos que se han apoderado para su beneficio de la organización estatal. Tengo presente el caso de un amigo médico que aceptó dirigir un hospital municipal no lejos de Medellín. Al poco tiempo hubo de renunciar por el asedio del alcalde y los concejales que vino acompañado de amenazas de muerte. Para no ir muy lejos, baste con mirar lo que está ocurriendo en nuestra Bella Villa bajo el funesto mandato de Quintero.

Esta tentación totalitaria se contrapone al principio de subsidiariedad que postula la Doctrina Social Católica, a cuyo tenor las necesidades colectivas deben atenderse primordialmente a partir de la libertad de las personas y de los grupos intermedios. Sólo cuando sus iniciativas sean insuficientes o no convengan para la realización del bien común, podrá entrar a asumirlas el Estado. Vid. Catholic.net – La subsidiaridad.

Jesús Vallejo Mejía

Publicado: marzo 3 de 2023