Es de dominio público, sobre todo para quienes sienten la política, conocer perfectamente la orientación y el propósito de quienes a nombre de su colectividad intervienen en la vida pública para honrar, no solamente la memoria de sus dirigentes, sino para dejar constancia de su labor durante su vida pública (E. Gómez Hurtado, Así se actúa, 1980).
El caso al que nos referimos en la presente columna de opinión del ciudadano de a pie corresponde, precisamente, al partido conservador colombiano -en minúscula- sumido en una profunda crisis doctrinaria.
Por ejemplo: el partido conservador, su bancada en su conjunto: ¿votará a favor del incesto del ministro Osuna? ¿de la reforma de Corcho? ¿no debería cuestionar la nueva doctrina castrense presentada en silencio por el ministro Velázquez, quien cada vez más me recuerda al peligroso Tarek El Aisami? ¿No debería estar en la oposición haciendo moción de censura permanente al desgobierno del petro caos?
Ante la opinión pública, su actuación ha sido deplorable, vergonzante, denigrante. A tal punto llega su desprestigio que aparece una pancarta en la plaza de Bolívar, en alusión a los partidos políticos, que no sirven para un culo, incluido el partido conservador.
Debería darles ¡vergüenza!
El partido conservador lleva dos décadas jugando a ser políticamente correcto.
A ser gobiernista de turno como diría el ex senador Gerleín, del cual el senador Cepeda, hoy, es un alumno aventajado teniendo en cuenta que por estos días se eligió un nuevo directorio nacional.
Se me viene a la mente, su imagen con Juan Manuel Santos alzando sus brazos.
Y todos contentos.
No depura la maleza doctrinaria que se presenta en el congreso, donde tanto progresismo carnívoro socialista del siglo XXI tomó la delantera, precisamente, porque al partido conservador se le olvidó que existe desde sus fundadores: don Miguel Antonio Caro y Mariano Ospina quienes formularon la resistencia contra la barbarie, la civilización contra la revolución, la defensa de los valores cristianos frente a la anarquía y el caos.
Corre el riesgo, por lo demás, de desaparecer en Bogotá para las próximas elecciones de octubre teniendo en cuenta que tan solo dos concejales lograron pasar el umbral con un gran esfuerzo personal, sin la ayuda de su partido.
Se viene una campaña electoral local donde el partido conservador en vez de jugar políticamente correcto debería salir en la defensa de los valores morales que hicieron grande a Colombia.
Con su bandera azul en las calles.
Debería estar en la vanguardia de los debates y las propuestas locales.
Debería hacer presencia en las marchas en contra del petro caos.
¡Cuestionando!
Empero; quién dentro del partido conservador cuestiona al desgobierno del petro caos.
O a la carnívora alcaldía de yo Claudia en Bogotá donde la contratación de las obras civiles que se están llevando deberían estar bajo la lupa de los concejales y la contraloría de Bogotá.
O a pinturita Quintero en Medellín.
O Ospina en Cali.
Ni hablar del loquito de la liga anticorrupción en Bucaramanga.
Si el partido conservador lo quisiera y fuera partido de oposición, recogería el sentimiento de angustia y descontento del ciudadano de a pie.
Pero, no, el senador Cepeda sostiene que se siente bien representado en el desgobierno del Petro caos.
Mientras tanto, un tamal que costaba durante los huevos de Carrasquilla $3.500, el mismo tamal durante la sonrisa irónica del ministro Ocampo: $6.500, convirtiendo al peso colombiano en la segunda moneda más devaluada de Latam.
Y, apenas vamos en febrero de 2023.
Puntilla: Y el partido conservador, ahí.
Publicado: febrero 21 de 2023