Cuando aumentamos la licencia de maternidad de 14 a 18 semanas en 2016 teníamos claro que ese era un primer paso hacia la protección de la niñez que debía ser complementado con la posterior extensión de la licencia de paternidad.
Sobre todo, porque aumentar esta prestación para las mujeres sin que sucediera lo mismo con los hombres generaba un desequilibrio en el mercado laboral que podría terminar disminuyendo la tasa de vinculación femenina. No por un tema de discriminación o de género per sé, sino puramente económico.
Al fin y al cabo, desde el punto de vista de los empleadores se asume un riesgo mayor de sobre costos al contratar una mujer en edad reproductiva que a un hombre, dado que un embarazo representa estar cuatro meses y medio ausente del trabajo, mientras que ese tiempo en un hombre se limita a una semana.
Una diferencia significativa en términos de costos de producción que genera, por ejemplo, que el género termine siendo un criterio de desempate cuando un hombre y una mujer compiten por un mismo puesto. Repito, no por una discriminación de base, sino por un cálculo financiero.
Por eso, el exitoso trabajo que logramos con la licencia de maternidad sí o sí se debe extender a la de paternidad. Un primer paso fue la licencia compartida que se aprobó el año pasado y que permite que los padres distribuyan libremente una parte de la licencia.
Sin embargo, hay que ir más allá. Si como sociedad queremos disminuir la tasa de desempleo femenino, que siempre es varios puntos más alta que el masculino, y abrir más espacios laborales para las nuevas generaciones de mujeres, necesitamos que la legislación equipare progresivamente las dos licencias, a tal punto que para el sector productivo no haya distinción económica al momento de contratar mujeres u hombres.
Una realidad financiera que, de paso, fortalecería los vínculos de los niños con sus padres e incrementaría los beneficios que ya de por sí trae la extensión de la licencia de maternidad, donde está comprobado que a largo plazo mejoran todos los indicadores sociales y médicos de los menores.
De esta manera, construiríamos una sociedad cada vez más igualitaria sin distinción de oportunidades entre géneros y con múltiples mejoras en el proceso de formación de las nuevas generaciones.
Publicado: diciembre 26 de 2022