Petro, el gobierno del cambio

Petro, el gobierno del cambio

Desde la campaña electoral nos dijeron que el de Petro sería el gobierno del cambio, y la gente votó sin considerar a conciencia lo que eso podía significar. Es obvio que los colombianos queremos cambiar lo que está mal, pero también queremos conservar y mejorar lo que está bien. Por eso, cambiar por cambiar es una mala idea que, además, es una grave muestra de inmadurez política. Y peor aun cuando se tiene un gobierno que cambia lo bueno y mantiene lo malo, un cambio para empeorar.

En menos de 60 días del gobierno del cambio, hemos visto y oído más disparates que en cuatrienios completos. Por ejemplo, en cosas que se deberían cambiar, pero se mantienen, encontramos toda una colección de aberraciones, como dan cuenta los gastos suntuarios en que se está incurriendo con el argumento infantil de que todos los gobiernos lo han hecho.

Aun si fuere cierto, ello no justifica la contratación de un bailarín que impartirá clases de danza en la Casa de Nariño, acaso para reducir las tensiones provocadas por las exigentes jornadas laborales del palacio gubernamental. Tampoco están claros algunos contratos como el que se realizó para definir el «legado» de Petro por 125 millones. Si el mismo Petro no sabe qué es lo que quiere dejarnos para la posteridad, mucho menos la firma consultora gringa a la que se le adjudicó el contrato. Nunca fue tan fácil botar la plata de los colombianos.

En el gobierno del cambio, no solo se han seguido usando los consulados y las embajadas para pagar favores sino para proteger delincuentes, poniéndolos fuera del alcance del brazo de la justicia. Pero es que no contentos con mandar a Venezuela, Argentina y Nicaragua a tres bandidazos que están siendo procesados por la ley, mandan a la señora Alcocer dizque a representarnos en los funerales de Isabel II y Shinzo Abe, y en la plenaria de la ONU, como si no hubiera destacados funcionarios que pudieran hacerlo, como el canciller.

La «Primera Dama» carece de funciones y competencias porque nadie votó por ella y no es más que una figura decorativa que suele asociarse con tareas de caridad, altruismo y consideración hacia los más débiles, pero de ninguna manera puede aceptarse que alguna señora (o un caballero) se crea la reencarnación de Evita y considere que puede mandar más que Perón. El paseo de Verónica, de 14 días por tres continentes, nos costó a los colombianos 63 millones de pesos a la bulla de los cocos, pues nada en absoluto nos aporta. Y seguramente no será el último abuso de la señora, apenas comienza.

Para no quedarse atrás, Petro, el marido, también montó en avión. Y no en el avión presidencial que quemó toneladas de combustible para llevarlo a Nueva York a decir que el petróleo es el peor veneno del mundo. No. Montó en Kfir, uno de esos avioncitos supersónicos de la Fuerza Aérea que se tragan millones de pesos en una sola hora de vuelo. Pero una cosa es el costo de la seguridad nacional y otra el paseíto de un señor que tiene varios trinos antiguos despotricando de los Kfir y su costo.

Y todo es por el estilo en el gobierno del cambio. El gobierno de Petro acaba de gastar 173 millones en electrodomésticos de lujo y lencería fina para las casas privadas de Petro y Francia, con el fin de «vivir sabroso». Compraron un televisor de 85 pulgadas por 27 millones y otro de 70 pulgadas por 10 millones. ¿Será que allá no había televisores? Compraron dos sofisticadas cubiertas de inducción para cocinar por casi 18 millones cada una como si no les sirviera una excelente cubierta de fabricación nacional por menos de la sexta parte de ese precio. Y para acobijarse en las frías noches bogotanas, compraron plumones de más de 4 millones y sábanas (duvet) hasta de 3 millones como si no fueran suficientes sábanas y cobijas de 100.000 o 200.000 pesos como las que todos los colombianos usamos.

¿Ese era el cambio que queríamos? ¿Que todo lo malo siga igual o peor y lo bueno, como la prestación en salud, lo arrasen en vez de mejorarlo?

@SaulHernandezB

Publicado: octubre 4 de 2022

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