El remedo de gobierno que padecemos

El remedo de gobierno que padecemos

No acostumbro referirme a personas, anécdotas o casuística en mis columnas; prefiero ocuparme en la discusión de ideas, el análisis de los hechos, la formulación de propuestas y la solución de problemas, siempre, bajo una perspectiva positiva, cívica, jurídica y académica. Pero ante los permanentes, erráticos y mentirosos anuncios del actual gobierno, considero obligante, no referirme ellos, sino a quien los propala.

Y es que resulta francamente inaceptable, que una persona que ocupa la primera magistratura de la nación, pueda desconocer la verdad, distorsionar los hechos y tergiversar la historia sin el menor asomo de pudor y vergüenza, como lo hace Gustavo Petro.

No siendo poco su compendio de infundios y falsedades, Petro de nuevo afirma, que hizo parte de la Asamblea Nacional Constituyente que redactó la Constitución del año 1991, ante lo que su mismo camarada de andanzas, Antonio Navarro Wolf, lo ha desmentido.

Al parecer, a Petro no le basta, sus garrafales errores y falacias en relación con la innecesaria y recesiva reforma tributaria que promueve, como tampoco, en cuanto a la exploración y explotación de petróleo, la siembra de la coca, el manejo del ahorro pensional, la abolición de las EPS y las reformas a la justicia, el transporte, la salud, la educación y el medio ambiente.

Ahora, Petro pretende, fungir como experto en materia monetaria, cambiaria y crediticia, desconociendo que, por mandato constitucional, es al Banco de la República y no al Gobierno, a quien le corresponde ese manejo.     

Al parecer, la mitomanía de Petro es patológica e irremediable; sus falacias son monumentales, sus engaños descomunales, sus ocurrencias obtusas y sus absurdas propuestas insuperables.

Es difícil imaginar una persona más mentirosa y desvergonzada que Petro; en lo único que es sincero, es en su odio, rencor y resentimiento por la democracia, la misma democracia que le ha perdonado todas sus fechorías y en la que extrañamente resultó electo y ahora pretende destruir.

Pero lo que sobrecoge, es la falta de educación o desinformación de muchos ciudadanos ingenuos e incautos que aún lo siguen, así como la malevolencia de la mayoría de los corifeos que lo acompañan y secundan en sus patrañas y despropósitos.

Tan solo basta ver la calaña de algunos de ellos, como Iván Cepeda, defensor de oficio de las NarcoFarc y apóstol de Iván Márquez, Jesús Santrich y de tantos otros criminales. Y qué decir de los señores Armando Benedetti y Roy Barreras, mercaderes de la más baja y despreciable forma de hacer política, que han militado en todo tipo de partidos y movimientos para nutrir la insaciable voracidad política que los caracteriza.

No han sido pocos los graves señalamientos que se les ha hecho a Benedetti y Barreras, como tampoco, las causas judiciales que han tenido que afrontar, sin embargo, hoy pretenden posar como predicadores de la decencia y la honestidad, y como severos pretores obcecados en combatir la corrupción.

Los colombianos estamos notificados, de lo que puede suceder, de no ejercer una oposición firme y civilizada al remedo de presidente que padecemos, pues no existe duda, sobre su regresiva ideología comunista, su comprobada ineptitud para administrar, la torpeza de sus propuestas y lo disparatadas que resultan sus ocurrencias, así como su manifiesto deseo de querer perpetuarse en el poder.

La nación no puede caer en la trampa que le ha tendido Petro, al mostrarse como salvador de los pobres, redentor de los desvalidos y agente de las necesidades y afanes de las minorías. El éxito de Petro ha sido, dividir la nación, promover la lucha de clases y de razas, socavar la democracia y debilitar sus instituciones.  

Ante semejante amenaza, Colombia debe unirse en defensa de su democracia y en repudio al populismo, rechazando a este mentiroso y anacrónico comunista, y manifestando en las calles, con civismo, prudencia y contundencia, su frontal oposición a sus temerarios y aventurados desvaríos.

El peligro que acecha a la nación es evidente y serio, y su advertencia no constituye intimidación o amenaza; al contrario, es una invitación para que evaluemos con serenidad desprovista de sesgos y pasiones, los riesgos y peligros a los que podríamos quedar sometidos, de permitir que Petro y sus esbirros sigan entronizando el comunismo en Colombia.

Ante la desvergonzada postración de un Congreso obsecuente al Gobierno, los ciudadanos no tenemos alternativa distinta, a la de hacer una oposición cívica, pacífica y reflexiva, en defensa de nuestra imperfecta democracia y en señal de repudio al populismo comunista que pretende imponernos Petro.

@RRJARABA

Publicado: octubre 10 de 2022

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*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional. Catedrático Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

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