En los últimos días he tenido la oportunidad de dialogar con muchos empresarios e inversionistas sobre el futuro económico de Colombia. Existe una gran desesperanza no sólo por las medidas que piensa implementar el gobierno Petro, sino también por la posible recesión mundial.
Hoy en día el principal enemigo es la inflación. El aumento de precio y producción de bienes han hecho que los bancos centrales tengan que subir los intereses a niveles que hace un año nadie se imaginaba para desestimular el consumo.
Pero, las tasas de interés altas no solamente impactan el consumo, también genera problemas graves en la inversión, ya que la rentabilidad esperada dependiendo del riesgo de un proyecto o de la compra de un inmueble se ha subido a niveles difíciles de conseguir.
Mientras hace un año un inmueble se podía negociar a una TIR del 10%, hoy es difícil hacerlo al 15%. Así mismo un proyecto de inversión pasó de una TIR del 17% a tasas del 25%, dependiendo obviamente del riesgo del negocio y de la probabilidad de cumplimiento del mismo. Un CDT de un banco colombiano calificado AAA se consigue a un año a tasas del 15%.
Así mismo, la inversión en acciones ha venido cayendo a nivel mundial, tema que siempre pasa cuando suben las tasas de interés de la renta fija. Mientras las tasas continúen altas los índices accionarios seguirán deprimidos local e internacionalmente.
El Banco de la República de Colombia en su última sesión subió las tasas del 9% al 10%. Los inversionistas esperaban que fuera más agresivo. Faltan más subidas este año. La tasa debe terminar en Colombia mínimo al 11%. El dato que salió el 5 de octubre de inflación anualizada en Colombia fue del 11,44%, quiere decir esto que seguimos en muchos casos en tasas que ni siquiera retornan la inflación al inversionista.
Así la inflación del 2022 sea alta, vamos a tener una buena tasa de crecimiento económico que aplaca un poco la incertidumbre. El problema será el año 2023 donde el crecimiento esperado de la economía será por los lados del 1%, muy bajo, y a la inflación no se le ve ceder. Es más, tiene todavía unos impulsores muy grandes como el aumento del salario mínimo, el precio de la gasolina y los alimentos.
Otra gran incertidumbre es la reforma tributaria que cursa por estos días en el Congreso, la cual dicen que se aprobará a pupitrazo limpio. El recaudo esperado es de 22 billones. La mayoría de los gremios y los inversionistas le han pedido al gobierno una pausa. Le han dicho que es antitécnica, que va a generar desempleo y desinversión. Hasta ahora el gobierno ha hecho caso omiso al país económico.
Cuando digo que el palo no está para cucharas es que si se cumplen las expectativas tendremos un año 2023 muy complicado, bajo crecimiento, alta inflación, disminución del empleo, devaluación de nuestra moneda, y si sale adelante la reforma tributaria como está hoy diseñada, estaría el gobierno aplacando el incendio con gasolina.
Como dicen muchos entendidos, la reforma puede esperar un año, los precios del petróleo durante el 2022 le darán al gobierno los recursos suficientes para el 2023. Apresurarse a hacerla puede ser catastrófico.
Publicado: octubre 10 de 2022
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