A la crisis económica que está sufriendo Colombia, se suman las graves amenazas que Petro y algunos de sus más poderosos y peligrosos lugartenientes -como Cepeda o Piedad Córdoba- han lanzado contra el Estado de Derecho.
Los mensajes desafiantes a la junta del Banco de la República no son asunto de menor cuantía. El presidente de la República debe observar un respeto reverencial hacia los miembros del Emisor. Son ellos los llamados a establecer políticas monetarias y adoptar las medidas necesarias para contener la inflación que asfixia a la economía colombiana.
Importante que lea Petro atenta contra el Banrepública
Iván Cepeda, un estalinista absoluto, no ha guardado las apariencias desde que Petro ganó las elecciones presidenciales. De hecho, el día que el cuestionado magistrado Cesar Reyes Medina ordenó la ilegal captura contra el presidente Uribe -agosto de 2020- Cepeda advirtió en su cuenta de Twitter que había llegado el momento para que la extrema izquierda colombiana se hiciera con el poder y habló de por lo menos 12 años ininterrumpidos en los que, en palabras suyas, se saldaría la deuda histórica que los ricos tienen con los pobres de Colombia. En otras palabras: buscan el poder para ajustar cuentas, para desatar la revancha y perseguir a quienes no piensan como ellos, empezando por el expresidente Uribe a quien únicamente pudieron doblegar a través de un burdo montaje judicial.
El mismo Cepeda ahora dice que es necesario superar “el fetichismo legal”, el cual califica como un “culto a los aparatos burocráticos, el formalismo paralizante”.
La Real Academia Española define la palabra fetichismo como la “veneración excesiva de algo o de alguien”.
Y sí: el respeto por el Estado de derecho, por las normas, por lo establecido a través de las instituciones debe ser excesivo. Es la garantía para la vida en democracia y para la subsistencia de la misma.
Respetar y hacer valer las normas y las instituciones no es un formalismo paralizante como indica el brutal Iván Cepeda sino un imperativo irrenunciable para los que viven en democracia. Propender por lo contrario es, simple y llanamente, apostarle al “decrecimiento” del Estado de Derecho como ha sucedido en las naciones suramericanas donde se expandió la peste del socialismo del siglo XXI.
Cepeda no tiene ni la autoridad ni los pergaminos para darle lecciones de democracia a nadie. Él es un engendro comunista que lo convierte en antagonista de las libertades humanas. Que se ensimisme rindiéndole culto reverencial -ahí sí fetichista- a la memoria de salvajes como Pol Pot, Enver Hoxha, Ceausescu, Castro y, cómo no, Chávez, pero que no pretenda indicarle al pueblo colombiano cuál es el sendero que debe recorrer. Una indicación de Cepeda indefectiblemente desemboca en el abismo de la tiranía comunista.
La prensa libre, así mismo, empieza a ser objeto de ataques muy preocupantes por parte de la dirigencia petrista. En menos de 90 días de gobierno, los señalamientos a periodistas que legítimamente cuestionan, indagan o denuncian abusos del régimen son frecuentes y de altísimo calibre.
El que se salga del libreto, cae en desgracia. Cuando no es un subalterno directo del presidente el encargado de los ataques, entonces la “tarea” queda en manos de las hordas de sicarios virtuales que con sincronía de relojero trabajan bajo los lineamientos de los “guanúmenes” que tiene el gobierno a su servicio.
La oposición -social y política- tiene grandes apuros para expresarse y para hacer política de manera justa y con garantías. Petro no respeta límites y su intolerancia enfermiza a la crítica lo radicaliza aceleradamente. Más temprano que tarde aquellos que no están con Petro empezarán a vivir en carne propia lo que sufren los héroes que hoy se enfrentan al dictador Ortega en Nicaragua, o los sufridos venezolanos que continúan intentando derrocar a la satrapía que los asfixia.
Publicado: octubre 20 de 2022
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