Explotación sexual, torturas y secuestros. Fenómenos que no registran los boletines oficiales de seguridad, pero que destruyen silenciosamente miles de vidas en Bogotá. Oculta tras las fachadas de las casas, la tragedia se desarrolla invisible a los ojos de las autoridades. Una cruda realidad que se debe abordar sin titubeos.
Cuando uno analiza la evolución de los indicadores mensuales de la Secretaría de Seguridad se encuentra con un seguimiento de las principales conductas delictivas que aquejan a la ciudad. Hurto de celulares, personas, vehículos, apartamentos, lesiones personales, eventos en Transmilenio y homicidios.
Sin embargo, el gran faltante en la medición de las autoridades son los centros de tortura y violencia sexual que cada cierto tiempo se descubren en la ciudad. Claro, el Distrito mide los casos de delitos sexuales, pero estos generalmente se relacionan con eventos de violencia intrafamiliar y no con este tipo de horrores que suceden con más frecuencia de la pensada.
De hecho, uno de los hallazgos más aterradores que dejó la intervención del Bronx en 2016 fueron las casas de pique, los centros de tortura y las cientos de mujeres y niñas que eran explotadas a diario en esa zona.
Presas de la droga y la criminalidad, una vez entraban a esos sitios era casi imposible escapar y su única esperanza era la acción de un Estado que normalmente falla en identificar a tiempo estos fenómenos.
Y a pesar que esos sitios fueron desmantelados, el hallazgo de una nueva casa de torturas en el centro de Bogotá esta semana nos demuestra que el problema está lejos de acabarse. Similar a lo que ocurría en el Bronx, la relación entre droga, prostitución y delincuencia había consolidado un nuevo centro del terror en el cual las mujeres eran las principales perjudicadas.
Lo más preocupante de esto es pensar cuántas casas más de este estilo no existen en Bogotá y cuántas adolescentes, migrantes y mujeres en condición de vulnerabilidad no están siendo presas de un mundo del cual no pueden escapar.
No conocemos cifras, no hay un registro oficial y mucho menos un plan de acción. Por eso, más allá de adelantar la extinción de dominio de esos inmuebles, lo cual es necesario, lo realmente importante es que el Distrito, la Fiscalía y la Fuerza Pública creen una estrategia que les permita identificar a tiempo este tipo de eventos.
Por supuesto que es importante desmantelar dichas bandas y capturar a los responsables, pero más determinante es que el Estado cuente con las herramientas de inteligencia suficientes que le permitan prevenir la comisión de estos delitos. En este tipo de casos, cada segundo cuenta para salvar vidas, no hay tiempo que perder y las autoridades deben dejar de esperar pasivamente a que hayan denuncias para, por el contrario, adelantar una ofensiva que evite el desarrollo de esos sitios.
Publicado: agosto 22 de 2021
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