Para nadie es un secreto la desbordada admiración que el senador comunista, Iván Cepeda, observa por la banda terrorista de las Farc, particularmente hacia los delincuentes más peligrosos de esa estructura delincuencial: los capos del narcotráfico, Jesús Sántrich y su lazarillo, Iván Márquez.
En mayo del año pasado, junto al asesor de las Farc, Álvaro Leyva, Cepeda le remitió una sentida carta al narco Sántrich, en la que se valieron para “expresarle nuestra preocupación en momentos en que usted -pieza clave de la construcción de los acuerdos de La Habana- pone en vilo el valor de sus mismísima existencia por considerar que ha sido ofendido moralmente con una acusación que lo destruye por ser quien es y que niega su andar de años por caminos de búsqueda de la paz nacional”.
Leyva y Cepeda no sostenían intercambio epistolar con un monje, ni con una piadosa hermana de la caridad, sino con el jefe de jefes del narcotráfico, pedido en extradición por los Estados Unidos.
Jesús Sántrich, fue capturado por la justicia colombiana en abril de 2018, luego de que se descubriera su intención de negociar un alijo de 10 toneladas de cocaína con un delegado del capo mexicano, Rafael Caro Quintero.
El gobierno estadounidense, busca a Caro Quintero desde 1985, año en el que ese delincuente ordenó el asesinato del agente de la DEA, Enrique kikiCamarena. Por su cabeza, el FBI fijó una recompensa de $20 millones de dólares.
En sus reuniones clandestinas, Sántrich le envió un cuadro a Caro Quintero con una sentida dedicatoria: “Para don Rafa Caro con aprecio y esperanza de paz”.
En la carta, Leyva y Cepeda no ahorran elogios hacia Sántrich a quien califican como un hombre “inteligente, hábil en la negociación, duro a su manera en momentos en que consideraba se requería esa postura en defensa de los propios; a la hora de la verdad, en momentos de granes decisiones, paladín conciliador; usted, creativo por excelencia. De ello somos testigos presenciales”.
Ni los más obsecuentes seguidores de Pablo Escobar o los hermanos Rodríguez Orejuela, tuvieron la desvergüenza de escribir una apología como la que Leyva y Cepeda le remitieron a su admirado Jesús Sántrich: “Invidente sí, no por eso ciego. Hemos sido testigos, asimismo, de que a pesar de las desconfianzas y de los temores en medio de las adversidades de la implementación, ha llamado a los suyos a cumplir… Nos consta que en la negociación de ese punto del Acuerdo [el del narcotráfico], usted defendió la necesidad de acabar con ese negocio que tanto daño le ha hecho al país, que insistió en la mesa en asociar la política de sustitución de cultivos a una verdadera reforma agraria y a ofrecer planes alternativos a los campesinos”.
Leyva y Cepeda, quieren hacerle creer al país que ellos eran “contrapartes” de las Farc y de Sántrich. Pero esa misiva, cargada de adjetivos, de exaltaciones y elogios, es una aberrante manifestación de complicidad con un terrorista que continuó en el negocio del narcotráfico y que hoy, desde la manigua venezolana, amenaza con armas y dinamita, a la democracia y a la sociedad colombiana.
Al cierre de esa espantosa carta, los suscriptores le escribieron al mafioso de las Farc: “caminamos con usted hacia la paz para todos. Aún para que la gocen sus más crueles detractores. Darse por vencido, jamás”.
Publicado: septiembre 16 de 2019
Lea la carta completa:
A Jesús Santrich,
Le escribimos esta nota para expresarle nuestra preocupación en momentos en que usted -pieza clave de la construcción de los Acuerdos de La Habana-,pone en vilo el valor de su mismísima existencia por considerar que ha sido ofendido moralmente con una acusación que lo destruye por ser quien es y que niega su andar de años por caminos de búsqueda de la paz nacional.
Conoce usted el origen de nuestra vocación por la paz. Surgidos en orillas diametralmente opuestas, sin deponer nuestra posiciones e ideales, nos hemos propuesto hacer presencia en los más variados escenarios de la urgente reconciliación nacional. Ni escatimamos ni vamos a escatimar esfuerzos para alcanzarla. En este andar, hemos aprendido que la búsqueda de la paz carece de color político; que repugna con la intolerancia, fanatismos y los torpes ideologismos fundamentalistas; que requiereel compromiso de escrutar la verdad y dar testimonio de ella; que la felicidad colectiva implica conocer al otro, saberlo escuchar, comprender sus anhelos y esperanzas para superar lo que nos enfrenta peligrosamente y convocar soluciones de justicia social tan evidentes y necesarias que están por encima de cualquier bandera, sentimiento de raza, estirpe o condición.
Y lo encontramos a usted en La Habana, Santrich. Venía de hacer uso de lo que consideraba era su derecho a la rebelión. Con otros, como plenipotenciario de la otra parte delconflicto, se sentó a la mesa: inteligente, hábil en la negociación, duro a su manera en momentos en que consideraba se requería esa postura en defensa de los propios; a la hora de la verdad, en momentos de grandes decisiones, paladín conciliador; usted, creativo por excelencia. De ello somos testigos presenciales.
Invidente sí, no por eso ciego. Hemos sido testigos, asimismo, de que a pesar de las desconfianzas y de los temores en medio de las adversidades de la implementación, ha llamado a los suyos a cumplir y hacer realidad los seis puntos del Acuerdo de La Habana y el quehacer político en democracia con el compromiso de acogerse al Sistema Integral de Justicia, Verdad, Reparación y No Repetición. No concebimos que la culminación de toda esa obra gigante, de la cual es usted también artífice, pudiera ser un sucio trueque que cambie trozos de gloria, por réditos provenientes de un negocio que, en el mismo documento de paz, surge el compromiso de combatir y destruir. Nos consta que en la negociación de ese punto del Acuerdo, usted defendió la necesidad de acabar con ese negocio que tanto daño le ha hecho al país, que insistió en la Mesa en asociar la política de sustitución de cultivos a una verdadera reforma agraria y a ofrecer planes alternativos a los campesinos.
Sigue siendo usted un arquitecto central de la paz nacional. Por ello lo esperan los suyos, sus compañeros de lucha. Mire usted además cómo la comunidad internacional reconoce su valiente recorrido y aportes. Por algo han ido al lecho desde el que usted clama justicia a su manera, personajes de la talla de Francisco de Roux S. J., Jean Arnault, Naciones Unidas, Consejo de Seguridad; Eamon Gilmore, Enviado Especialde la Unión Europea; José Luis Ponce, Embajador de Cuba; Anne Heidi Kvalsoren, Enviada Especial de Noruega, y otros de similar estatura y condición.
“Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo y que, por lo tanto, dormiré por toda la eternidad,” dijo Nelson Mandela. Santrich, desde polos opuestos de su primer recorrido vital, que lo fuimos nosotros, los que suscribimos esta misiva, le decimos a usted: viva para construir más paz; aún le falta andar para poder dormir por toda la eternidad. Y sabemos que no le tiene miedo a la muerte, sin embargo tenga presente el pensamiento de Stephen Hawking: “No tengo miedo a la muerte, pero no tengo prisa por morir. Tengo mucho que hacer primero.” Y grave en su corazón la enseñanza del Papa Francisco que debe ser estandarte de todos: No se puede interpretar “la existencia como un encontrarse de casualidad en el mundo y un caminar hacia la nada”. No caminamos hacia la nada, Jesus Santrich. Caminamos con usted hacia la paz para todos. Aún para que la gocen sus más crueles detractores. Darse por vencido, jamás.
Bogotá, mayo 7 de 2018.
Álvaro Leyva Durán
Iván Cepeda Castro
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