Hay que marchar contra Santos por haber traicionado a sus electores, por mentiroso, por cínico, por vanidoso y por tramposo.
Marchar ha sido tradición de la izquierda. El centro y la derecha, en cambio, apenas tienen historia en la calle. Con todo, hay algunas manifestaciones y son muy importantes, como la impulsada por “Un millón de voces contra las Farc”. Ese cuatro de febrero de 2008, bajo el lema Colombia soy yo, en decenas de ciudades del país y con el impulso de la radio y la TV, varios millones salieron a protestar contra la violencia guerrillera. Y en agosto pasado, sin apoyo alguno de los medios, centenares de miles marcharon contra la ideología de género de las cartillas auspiciadas por el Ministerio de Educación.
En esta ocasión, la mayoría de los medios también pasará agachada. Aunque el presidente apenas tiene menos del 17% de aprobación, la mermelada le ha asegurado un soporte acrítico entre el grueso de los periodistas. Pero como entonces, también ahora hay que salir masivamente a manifestarse.
Hay que marchar por la democracia, brutalmente mancillada, con la bendición de la Constitucional, al desconocer la victoria del No en el plebiscito, y ya antes vulnerada por el montaje del hacker en el 2014 y por la violación confesada y flagrante de los topes de financiación de las campañas.
Hay que marchar por la Constitución, manoseada por cuenta del proceso de paz y al final violada de manera grosera cuando se le dio un valor supra constitucional al acuerdo remendado con las Farc.
Hay que marchar por las instituciones republicanas, indispensables para la vida civilizada: al Congreso lo castraron, a la administración de justicia le quebraron el espinazo al crearle un tribunal especial por encima de las altas cortes, y al presidente lo hipertrofiaron.
Hay que marchar por San Andrés y Providencia y nuestros mares, amenazados por el pésimo trabajo de este gobierno en el pleito con Nicaragua, y por la soberanía y la integridad del territorio, en peligro por la injerencia cubana y la cobarde actitud frente a las violaciones chavistas a nuestros derechos.
Hay que marchar por la ética, arrastrada por el suelo por los amigos íntimos del presidente Santos, que dice desconocer su conducta, aunque en el entretanto los premió con embajadas y con contratos estatales por decenas de miles de millones de pesos. Más lo que falta por saberse.
Hay que marchar por las familias y por sus valores, amenazados por el “progresismo” y por algunos jueces que decidieron imponer su ideología a las grandes mayorías.
Hay que marchar por la economía, maltrecha y raquítica, castigada por una reforma tributaria fiscalista y regresiva, resultado del derroche de los recursos públicos en publicidad oficial, mermelada y burocracia, y por la ausencia de políticas que promuevan y protejan la inversión privada.
Hay que marchar por los pobres, castigados por la inflación creciente y por el aumento del IVA, que les robó en minutos el aumento nominal del salario mínimo.
Hay que marchar por los desempleados, estupefactos al ver que a todos los guerrilleros se les asegura un sueldo y que la quinta parte de ellos será armado y empleado por el Estado y ganará 1.800.000 pesos mensuales.
Hay que marchar contra la impunidad de los terroristas, contra las ventajas políticas a los violentos y contra los privilegios económicos dados a quienes tienen por único mérito haber asesinado por cincuenta años.
Hay que marchar contra el océano de coca en que nos hemos convertido por cuenta de la renuncia de este gobierno a destruir los narcocultivos.
Hay que marchar contra la paloma que se volvió conejo y contra el salto del conejo al elefante monumental que no una sino dos veces, 2010 y 2014, se le metió en la cocina a Santos y del cual, según él, se acaba de enterar.
Hay que marchar contra Santos por haber traicionado a sus electores, por mentiroso, por cínico, por vanidoso y sacrificarlo todo por el Nobel, por perseguidor de la oposición democrática, por tramposo, por haberse sometido a los designios de los criminales y poner en peligro a la Fuerza Pública, por centralista, por derrochador, por clientelista, por enmermelador, por meternos la mano en los bolsillos para favorecer a sus amigos y a los violentos.
Y hay que salir a marchar no solo porque es nuestro derecho sino porque es un deber y porque debemos prepararnos para defender el triunfo en el 2018, que, con mucha probabilidad, tratarán otra vez de burlarnos.
¡Por eso, por todo eso, hay que llenar las calles este primero de abril!
Rafael Nieto Loaiza
Publicado: marzo 28 de 2017