Casi todas las mujeres por rabia, por soberbia pero sobre todo por error, hemos llamado «putas» a otras mujeres y seguramente a la mayoría nos han llamado igual. Alguna ex de algún novio o algún hombre despechado…
Vanessa De La Torre, en su programa al aire en BluRadio, no fue la excepción, afirmó que Melania Trump llegó de «puta» a los Estados Unidos y terminó de primera dama; sin embargo, como era de esperarse, no salió a corregirlo sino a defender su postura, al decir que ella no veía nada de malo, en ser, una «dama de compañía» como decentemente se le dice a una prostituta fina.
Melania Trump, nació en un país bajo un régimen comunista con libertades coaccionadas, era una joven estudiosa, hizo un semestre de arquitectura pero por motivos económicos, no pudo seguir estudiando y se dedicó al modelaje, habla seis idiomas, logró abrirse camino en las mejores pasarelas del mundo antes de llegar a Nueva York, donde tiempo después, conoció a Donald Trump, un hombre visualmente agradable para aquella época, con el cual contrajo nupcias al año de conocerse y después tuvo un hijo. El resto de la historia, ya la saben ustedes.
Nuestra Vanessa por su parte conoció a Diego Santos en redes sociales (Twitter). Vanessa, a diferencia de Melania, sí tuvo la oportunidad de estudiar, no nació bajo un régimen comunista, estaba en la cúspide de su carrera como periodista, habla solo dos idiomas y se proyectaba como una gran comunicadora hasta que se enredó con Diego Santos, quien solo figura y escala cargos por ser hijo de Don Hernando Santos; nuestro Diego, a diferencia de Trump que multiplicó el patrimonio que le dejó su padre, es una especie de parásito cuyo único mérito en su vida, es llevar un apellido importante en un país del tercer mundo. De ese apellido se ha valido para conseguir empleo como un deslucido director de redes del periódico familiar, con ello, trató en vano, de saltar a otro medio pero ya no con la injerencia de su eficaz apellido, motivo por el cual, duró menos de un año como director de Twitter para Colombia; sin embargo su red, aun después de su unión de hecho, (no matrimonio) siempre está extendida a la caza de mujeres que como Vanessa De La Torre, se dejan deslumbrar en el platanal por todo lo que brille como si fuera oro, aunque sea un cable pelado.
Diego no es precisamente un don Juan, es un hombre que proyecta un aspecto torpe, sus facciones no son simétricas y visualmente no es agradable, pero peor aun, es que si abre la boca, no se vislumbra inteligencia, arma que usan los hombres poco agraciados para conquistar a cualquier mujer.
La simbiosis de hecho entre Diego Santos y Vanessa De La Torre, con quien tiene dos hijas, es especialista en fiestas que brindan al círculo del poder en Colombia. Hace poco, Vanessa De La Torre, sin pena, trató de desvirtuar una denuncia muy grave por acoso sexual que cubrieron periodistas muy serios del país. La denuncia la interpuso Helena Cristancho, quien era una abogada para la Defensoría del Pueblo en Bogotá. De La Torre, olvidó su rol de periodista para que un integrante de su nuevo círculo de amigos, el Defensor del Pueblo, Jorge Armando Otálora, no se viera afectado por la denuncia y trató, desvergonzadamente de proteger al morboso jefe de Helena, quien le pasaba fotografías de sus partes íntimas sin tener relación sentimental con la joven funcionaria asesora en su despacho.
Querida Vanessa, primero fue Helena, ahora Melania, por qué mejor antes de hablar de putas y otros demonios, te miras a un espejo y repasas tu vida y tu función como periodista. De verdad que tenias mucha proyección, ¡qué pesar!
Publicado: enero 25 de 2017