El 2016 finalizó con la promulgación de la ley de amnistía, un regalo de navidad del presidente Juan Manuel Santos, un regalo que trajo consigo la extinción de la acción y la sanción penal del delito del narcotráfico, concebido como delito político conexo.
La extinción de la acción y sanción penal implica la extinción de la acción de indemnización de perjuicios. Seguramente la generosidad es la palabra que mejor describe al presidente Santos, pero generosidad única y exclusivamente con las Farc. Con la ley de amnistía el victimario quedó exonerado de indemnizar daños materiales e inmateriales por los delitos amnistiables, entre ellos el narcotráfico.
A pesar de ello, Colombia permanece en lista de grandes productores de droga. En 2014 el país recibió la noticia de un acuerdo entre Farc y gobierno sobre el tema de drogas ilícitas, pero paradójicamente el Informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito -UNODC- dio a conocer un incremento del 39 por ciento de cultivos ilícitos en Colombia, al pasar de 69.000 hectáreas en 2014 a 96.000 hectáreas en 2015.
Pero en 2016, las Farc no se quedaron atrás, ante tanta generosidad del presidente Santos, las hectáreas de coca podrían haber ascendido hasta las 130.000 (Ver Plan para erradicar cultivos de coca en Colombia). Es inexplicable que los mayores productores de coca se comprometan a dejar el negocio del narcotráfico, pero a su vez este aumente significativamente.
Un incumplimiento más de las promesas de las Farc, a cambio de un regalo más del gobierno; el narcotráfico como delito conexo es una realidad que debemos afrontar en este nuevo año. Imagínense que los mismos que trafican, participan en la política antidrogas, y a la vez reciben como premio amnistía, como plus no se ven obligados a devolver el dinero del narcotráfico y extrañamente el narcotráfico sigue aumentando cada día. Pareciera una narración fantástica, pero es la realidad que nos dejó el 2016. Pero no todo es malo, aún hay esperanza, es nuestro deber como ciudadanos hacernos parte de la nueva realidad del país, y participes como vigilantes de la ejecución de este proceso que se nos ha impuesto.
Y para hacer moñona, en el Acuerdo de Paz se prohíbe la extradición, no estará en el imaginario colectivo de los colombianos, el retrato de los mayores narcotraficantes en cárceles extranjeras, seguramente Timochenko no pisará nunca una cárcel estadunidense como lo hizo Salvatore Mancuso, o para ser más explícito, Timochenko nunca pisará una cárcel por el delito de narcotráfico, ni por ningún otro delito, colorín colorado, este cuento de la justicia se ha acabado, pero tranquilos solo falta año y medio para que Santos se despida de la casa de Nariño, y será una nueva oportunidad para forjar el futuro de nuestro país.
Ojalá el gobierno tome nota de la lección: La amnistía potencia la ambición.
Publicado: enero 26 de 2017