Las Farc lo dicen una y otra vez, pero nuestros dirigentes no les creen: ideario de esa revolución es marxista-leninista.
Se dice que «Voces para la paz» será el nombre del partido político que servirá de instrumento de las Farc para actuar aparentemente dentro del escenario de la legalidad institucional y el del NAF (Nuevo Acuerdo Final), Ver Acuerdo final para la terminación del conflicto.
Aunque este documento dice haberse suscrito como Acuerdo Especial en los términos del artículo 3 común a los Convenios de Ginebra, para efectos de su vigencia internacional, y se pretende incorporarlo dentro del Bloque de Constitucionalidad al tenor de lo dispuesto por el artículo 93 de la Constitución Política, de hecho se lo ha concebido como un cuerpo normativo dotado de fuerza jurídica supraconstitucional, puesto que el Acto Legislativo No. 1 de 2016 ha ordenado que todas las disposiciones constitucionales y legislativas que se dicten para implementarlo deben ajustarse tanto a su letra como a su espíritu.
El NAF está pensado para convertir a «Voces para la paz» en una fuerza política hegemónica, dotada de privilegios exorbitantes que tarde o temprano garantizarán su supremacía sobre los demás partidos y movimientos que operan en nuestro país.
Unos de esos privilegios son explícitos, como los relativos a su financiación o a los medios de comunicación que el gobierno pondrá a su servicio. Otros son implícitos, como los que tocan con el desarrollo de la Reforma Rural Integral, que seguramente se pondrán en manos de activistas suyos, o los que le permitirán al nuevo partido actuar a través de la seguridad, la policía, las unidades de investigación criminal o la Jurisdicción Especial para la Paz para protegerse y enervar a sus contradictores, a guisa de declarar su participación directa o a través de organizaciones en el ejercicio de «conductas criminales responsables de homicidios y masacres, que atentan contra defensores/as de derechos humanos, movimientos sociales o movimientos políticos o que amenacen o atenten contra las personas que participen en la implementación de los acuerdos y la construcción de la paz, incluyendo las organizaciones criminales que hayan sido denominadas como sucesoras del paramilitarismo y sus redes de apoyo»(Página 78).
Dentro de estos privilegios implícitos hay que mencionar, además, lo que se prevé en la página 38 sobre «garantías para prevenir cualquier forma de estigmatización y persecución de dirigentes por motivo de sus actividades politicas, de libre opinión o de oposición», que impedirá que pueda seguir tildándose a los capos de las Farc de narcoterroristas y epítetos similares.
El gran privilegio institucional que el NAF les otorga a las Farc es la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación a la Implementación de Acuerdo Final (CSIVI), integrada por tres representantes del gobierno y tres de la organización guerrillera (Página 192 y siguientes). En virtud de sus cometidos, la CSIVI queda consagrada como la máxima instancia política del país y de hecho detentará la soberanía que hasta ahora el artículo 3 de la Constitución le asignaba al pueblo.
Muy a vuelo de pájaro menciono estos privilegios que ameritan, desde luego, examen más detenido. Lo que quiero destacar por lo pronto es que ellos garantizarán más temprano que tarde la toma del poder por parte de «Voces para la paz» y los demás actores que se sumen al Pacto Político Nacional de que trata el numeral 3.4.2, del NAF (Página 80).
Las Farc así lo han entendido, tal como lo acredita el documento final de la X Conferencia Nacional Guerrillera que puede consultarse en el siguiente enlace: Décima conferencia nacional guerrillera.
Según sus voces, «puede afirmarse que la mesa de La Habana ha desempeñado una función constituyente y ha transformado para bien del pueblo colombiano (sic) el orden constitucional vigente».
El Capítulo V versa sobre el tránsito de las Farc-Ep hacia una organización política legal.
Textualmente se dice ahí que:
«El Acuerdo Final representa una ruptura en nuestra historia, pero traza al mismo tiempo una línea de continuidad. El desistimiento del alzamiento armado no conduce a nuestra desmovilización; se trata de más bien de un acontecimiento que nos encauza hacia un nuevo tipo de movilización y accionar político, entendidos como expresión de nuestra indeclinable decisión y voluntad política colectiva de persistir en la lucha a través de la organización de un nuevo partido o movimiento político. Nos seguiremos orientando por un ideario inspirado en el marxismo, el leninismo, el pensamiento emancipatorio bolivariano y, en general, en las fuentes del pensamiento crítico y revolucionario de los pueblos.»
No hay, entonces, de parte de las Farc la intención de ingresar al escenario político en igualdad de condiciones con los demás actores. La idea es muy otra: servirse de las ostensibles y excesivas ventajas que les brinda el NAF para continuar por otros caminos la lucha revolucionaria. Ya no necesitarán de la organización armada ni del ejercicio crudo de la violencia contra personas, comunidades y cosas, porque el estatuto legal que han conseguido pondrá a su servicio la fuerza coercitiva del Estado.
De hecho, con el NAF se tomarán parcelas muy significativas del poder público. Por ejemplo, el sector rural será suyo y a partir del control territorial sobre el mismo pasarán al dominio de las ciudades.
Este texto es muy diciente:
«Se avecina un ciclo reformista, que en las condiciones del régimen de dominación de clase existente en el país, debe ser catalogado como revolucionario. Pero la posibilidad de materialización de ese ciclo, demanda la existencia de un poder y una fuerza social con capacidad de hacerlo efectivo, que estamos obligados a contribuir a construir».
En síntesis, es necesario que la gente lea con detenimiento el NAF (creo que muy pocos lo hemos hecho) y compagine su contenido con el de las conclusiones de la X Conferencia Nacional Guerrillera, lo que también muy pocos hemos hecho.
De ahí fluye con claridad meridiana la bitácora de la acción revolucionaria que, como lo vengo advirtiendo en mis escritos, ya está en marcha.
Las Farc lo dicen una y otra vez, pero muchos de nuestros dirigentes no les creen o no les entienden: el ideario de esa revolución en marcha es marxista-leninista.
Entonces, bueno sería que esos dirigentes trataran de ilustrarse acerca de lo que ello significa. Es tarea que después abordaré.
Jesús Vallejo Mejía
Publicado: enero 17 de 2017