Cuando se tuvieron las primeras ideas de implementar el negocio del narcotráfico en Colombia no existía una sola mata de coca, hoy hay más de ocho mil millones sembradas, más o menos 200.000 hectáreas.
¿Pero porque se escoge a Colombia y no a otro país para instalar el negocio de la cocaína, si ya Bolivia y Perú tenían grandes sembradíos?
Por la sencilla razón que en nuestro país existe una arraigada cultura de la ilegalidad, venida tal vez de su pasado colonial, donde el tráfico de lo ilegal era una costumbre aceptada, tanto que algunos historiadores señalan por ejemplo que el gran héroe militar Don Blas de Leso tenia bodegas llenas de contrabando. Esta práctica llego a ser tan fuerte y arraigada y a estar tan “fuera de madre” que se tuvo que crear el virreinato de la Nueva Granada para su control.
Pero no solo por su condición geográfica de tener dos mares abiertos, sino porque el hombre colombiano era el prototipo perfecto para este tipo de cosas, dada su “inteligencia” para hacerle el quite a las leyes y de preferir irse casi siempre por el camino equivocado, ya que es persona fácilmente corrompible, debido en parte a la debilidad de sus instituciones.
Y así aparece el contrabando moderno como tal, el de consumo de whiskey y otras bebidas, cigarrillos extranjeros, electrodomésticos de la China, telas del medio oriente. De la allí se pasa rápidamente a la cultura del tráfico ilegal de esmeraldas y de marihuana de la Sierra Nevada de Santa Marta, hasta llegar a Pablo Escobar e imponer la cultura del dinero rápido, fácil y en grandes cantidades con el tráfico de cocaína.
Cultura que ha permeado a casi todas las capas sociales, produciendo un ser contaminado, que delinque y hasta mata con tal de satisfacer sus deseos. Cultura que ha llegado a producir seres enfermos, porque detrás de las comidades que produce el dinero fácil, y de la carencia de instituciones fuertes, se están creando padres excesivamente permisivos, o padres irresponsable que abandonan a sus hijos, o padres crueles que los maltratan desde niños, trayendo como consecuencia hijos sin leyes, hijos sin rumbo, que hacen lo que les viene en ganas porque no hay castigo y todo delito o pecado se puede enmendar con dinero o cualquier camino se pude enderezar participando en las ramas del delito. Existe una relajación total de lo moral y lo ético.
Dice la docente Alexandra García, “Pueden matar más gente borrachos manejando un BMW que montados en un bus. Y peor aún, cuando crecen, son quienes dirigen el país”.
Una comunidad cuando tiene menosprecio por sus niños ha llegado a su peor estado de degradación y es tal, que aparecen personajes como Garavito o como Rafael Uribe Noguera, o dirigentes políticos corruptos, que abundan en el suelo patrio, que les importa un bledo el padecer de sus congéneres.
Es tan grave el asunto, que estudios revelan que el 1% de la población, es decir más de 500.000 colombianos, que se pueden considerar “normal”, cumplen con los criterios para ser considerados sicópatas. Hay un menosprecio tal de la vida que lo normal es perdonar y no castigar al que asesina, e incluso como en el caso de los hermanos Uribe Noguera, alterar la escena del crimen con tal de salvar al sicópata de su hermano o en el caso de JM Santos de perdonar las muchas crueldades cometidas por la Farc.
@rodrigueztorice
Publicado: enero 19 de 2017