Vendimos el sofá

El gobierno de Iván Duque tendrá muchísimos retos, el país necesita cambios y los colombianos están ansiosos de verlos. Seguramente el racero con el que calificarán al nuevo gobierno será muy duro y por eso es importante mirar y analizar en qué estado le entregan los temas para poder calificar su gestión objetivamente.

Aunque las comisiones de empalme ya empezaron y se ve buena empatía entre los equipos, las papas calientes son: el aumento de los cultivos ilícitos y el acuerdo de paz con las Farc. El post conflicto es mucho más complicado que la firma y le tocará hacerlo al nuevo gobierno.

He sido un crítico del acuerdo de paz desde que empezaron las negociaciones, siempre pensé que era un error tratar a un grupo narcoterrorista como un actor político -sobretodo cuando como se ha visto durante todos estos años- y estoy convencido que no sienten la más mínima culpa por todo el daño que le han hecho al país.

Los hechos que ocurren en estos últimos días me dan la razón. La gasolina del conflicto armado en Colombia es la droga y fue esto lo que no se quiso atacar durante el gobierno Santos. Lo que estamos viendo ahora son los mal llamados grupos disidentes y las Bacrim continuando el negocio de la coca con todas sus características: violencia, asesinatos, corrupción, etc.

El resumen, trataron de apagar el incendio, pero no le pusieron atención a la fuente del problema. Es más, cerraron los ojos a este y así el problema seguirá aunque le quieran cambiar el nombre.

Qué habría pasado si en el 2010 se hubiera seguido trabajando en la erradicación de los cultivos ilícitos y en la aspersión aérea. Podríamos hoy tener tan poca mata de coca que las Farc, las Bacrim y los demás grupos de bandidos se hubieran acabado solos. Se habrían ido para otro país, porque se les acaba la gasolina de su negocio.

El panorama hoy es difícil, 209.000 hectáreas de coca sembradas, dicen que los grupos disidentes de las Farc suman más de 5.500 hombres y estamos llenos de grupos delincuenciales que aprovecharon el proceso de desmovilización para copar los espacios que dejaba la guerrilla. Hay territorios donde se vive una guerra frontal entre bandidos y muchos de ellos se hacen llamar líderes sociales.

Muchos eruditos siguen hablando que la legalización de las drogas es la solución al problema, pero esto tendría que ser un tema global. Desafortunadamente las condiciones no están dadas para esto y seguro tardaremos algunos años en verlo, pero mientras tanto toca combatir el narcotráfico. La manera de hacerlo es acabando con los cultivos ilícitos y para esto la aspersión aérea es fundamental porque la erradicación voluntaria ha sido un fracaso monumental.

Como ven, el panorama no es bueno. Seguimos con el mismo problema de narcotráfico y de violencia, pero además nos quedamos con un acuerdo de paz que fue firmado solo para sus cabecillas, que andan a sus anchas, viajando, van a ser congresistas, con leyes a su medida y que además, como se ha demostrado, no han dejado de delinquir y siguen en el negocio de las drogas.

El gol que nos metieron es bueno: “las Farc no entregan rutas del narcotráfico porque nunca aceptaron estar en el negocio, pero pusieron de condición para firmar el acuerdo que el narcotráfico sea un delito conexo al delito político”. Como raro ¿cierto?

@SANTAMARIAURIBE

Publicado: julio 9 de 2018

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