El llamado a indagatoria de la corte suprema de justicia contra el señor presidente Uribe es de una gravedad inaudita.
Sea lo primero recalcar la transparencia y honestidad con las que el doctor Uribe ha procedido a lo largo de su vida pública. Desde siempre, sus malquerientes y rivales políticos, que han sido incapaces de derrotarlo en la arena electoral, se han valido de la justicia para incriminarlo y perseguirlo infamemente.
Lo han pretendido vincular con toda suerte de crímenes, valiéndose de magistrados corruptos y testigos falsos.
Uribe, con todo derecho, ha buscado la manera de defenderse, poniendo en evidencia las bellaquerías que se han urdido en su contra.
Era un secreto a voces que la sala penal de la corte suprema de justicia buscaba llamar al expresidente a indagatoria dentro de la investigación que le montaron, señalándolo de haber sobornado a unos testigos.
La verdad es que el doctor Uribe es víctima de los testigos falsos, reclutados y pagados por el senador comunista Iván Cepeda.
De forma inaudita, a comienzos de este año, el cuestionado magistrado Barceló –socio y colega de los integrantes de la banda criminal denominada “cartel de la toga”-, ordenó abrir una investigación contra Uribe, mientras que archivó la que se surtía contra Cepeda Castro, muy cercano a la banda terrorista de las Farc.
El presidente Uribe, tan pronto conoció el llamado a indagatoria, en un acto que muestra su grandeza y talante republicano, renunció a su curul en el Senado, para estar desprendido de cualquier investidura a la hora de atender el llamado de la justicia.
Una gran pérdida para el país, para el uribismo y, sobre todo, para el gobierno entrante del presidente Iván Duque. La presencia del expresidente en el Capitolio era prenda de garantía en materia de eficacia legislativa.
Hay que respetar la decisión del presidente Uribe. Él, un patriota integral, un líder con todos los merecimientos, debe ser rodeado y respaldado de manera irrestricta por los millones de colombianos que creen en él.
La corte suprema, en su llamado a indagatoria en un proceso pegado con babas y en el que se nota a leguas el carácter político de la misma, se ha equivocado de manera muy grave. Así no se procede en un Estado de Derecho. Así no se controvierte una inminente reforma a la justicia que busca devolverle la dignidad a la rama judicial.
Hoy, los colombianos no confían en la corte suprema, esa misma en la que sus magistrados –como Malo y Bustos- vendían cual vulgares mercaderes los fallos de los procesos que caían en sus manos.
Solidaridad con el doctor Uribe. Se ha confiado y se seguirá confiando en él, porque es un hombre intachable, un colombiano ejemplar que es víctima de una brutal cacería, urdida por sectores mafiosos incrustados en la justicia, el periodismo y la política.
Publicado: julio 24 de 2018
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