Una respuesta contundente

Una respuesta contundente

Desde siempre, los enemigos de Álvaro Uribe Vélez han intentado acabar a las malas con su carrera política. Cuando abandonó la gobernación de Antioquia, la extrema izquierda se trazó el objetivo de evitar, al precio que fuera, su llegada a la presidencia de la República.

Uribe fue declarado como objetivo militar por la banda terrorista de las Farc. Fueron muchos los atentados que se planearon y ejecutaron en su contra.

Ante su crecimiento imparable en la campaña política de 2002, sus enemigos emprendieron una estrategia que incluyó la “combinación de todas las formas de lucha”. Redactaron, apoyados por un periodista norteamericano, una “biografía no autorizada” en la que intentaron vincularlo con crímenes cometidos por grupos de autodefensa. A Uribe le endilga, sin evidencia alguna, la creación de las denominadas Convivir, cooperativas de seguridad que, en rigor histórico, fueron creadas en el gobierno de César Gaviria –Con Rafael Pardo como ministro de defensa de la época- e implementadas durante la administración de Ernesto Samper Pizano. Uribe, como muchos otros gobernadores de la época, autorizó la operación de algunas cooperativas en Antioquia, las cuales eran controladas por la superintendencia de vigilancia y seguridad privada.

Cuando se acercaban las elecciones de 2002 y Uribe lideraba todas las encuestas de opinión, sus rivales de la época, empezando por Noemí Sanín y Horacio Serpa, aseveraron que votar por él –Uribe-, era como votar por el jefe paramilitar, Carlos Castaño.

Aquellas afirmaciones mentirosas y temerarias, surtieron el efecto contrario. Uribe barrió en las urnas. Fue el primer presidente de la historia del país en ganar en primera vuelta, desde que se implementó la figura del ballotage en nuestro ordenamiento constitucional.

Su reelección fue cuestión de trámite: el pueblo agradecido por el rumbo al que Uribe había conducido al país, votó masivamente a favor suyo en 2006.

Cuando se acercaron las elecciones de 2010, se hicieron los montajes de las supuestas chuzadas del DAS y de los denominados falsos positivos. El objetivo era, por supuesto, impedir que la Seguridad Democrática continuara al frente del gobierno. En ese momento Santos, que engañó al pueblo haciéndole creer que sería el continuista de las políticas del uribismo, se impuso en esas elecciones que en la práctica se constituyeron en un plebiscito de respaldo y agradecimiento a Uribe.

En 2014, cuando apenas nacía el Centro Democrático, todo indicaba que la colectividad regentada por el presidente Uribe barrería en las urnas. Para hacerle frente a esa realidad, surgió la historia del supuesto hacker, con los efectos que el país conoce. Al CD le fueron birladas muchas curules en el congreso y el escándalo, de paso, acabó con la candidatura presidencial de Zuluaga.

El desmoronamiento institucional, sumado al menoscabo democrático, son los motivos por los que una mayoría ciudadana se manifiesta en disposición de votar por el Centro Democrático. Para muchos, resulta evidente que el uribismo se impondrá en las elecciones parlamentarias y en las presidenciales. El capital de Uribe es cada vez más sólido y eso se pudo confirmar con ocasión del plebiscito del 2 de octubre de 2016, cuando, contra todo pronóstico, el NO se impuso en las urnas.

Ahora, los complotistas se están jugando sus restos. Saben que Uribe es el único dirigente capaz de evitar que Colombia sucumba ante el engaño socialista y están dispuestos a cualquier cosa para sacarlo del camino.

La corte suprema de justicia, desprestigiada por la corrupción de sus magistrados, hace la segunda. Durante más de 3 años, ha ido fabricando un expediente contra Uribe y ahora, cuando faltan menos de 3 semanas para elecciones, resuelve anunciar una investigación espuria contra el expresidente y líder del Centro Democrático.

La respuesta ante esta nueva persecución, con la que claramente se busca encarcelar al jefe de la oposición, debe ser contundente y democrática. Entre más vil y sucia sea la arremetida de los enemigos del uribismo, mayor debe ser el compromiso ciudadano con esa corriente ideológica. La forma de materializarlo es a través de las urnas. Millones de colombianos votando por los candidatos del Centro Democrático en las elecciones del 11 de marzo. Que no les quede duda ninguna a los cerebros de la trapisonda: con una mayor representación en el Congreso y con un candidato presidencial ampliamente legitimado, aquellos que urden las artimañas evidentemente ilegales, recibirán el “castigo” a través de la participación democrática.

Este no es momento para desgastarse en contrapunteos inanes con los articuladores de la campaña de desprestigio. El tiempo, que es corto, debe ser invertido en aumentar el número de electores, enseñándoles a votar y facilitando su acceso a las urnas el próximo 11 de marzo.

@IrreverentesCol

Publicado: febrero 21 de 2018