En su alocución del viernes de la semana pasada, el presidente de la República notificó al país de las decisiones adoptadas para enfrentar a la banda terrorista del Eln, organización criminal que perpetró el ataque terrorista contra la escuela de cadetes de la policía nacional y que dejó un saldo de 20 jóvenes asesinados, a quienes se les suma el conductor del carro bomba, el cabecilla del Eln, alias El Mocho.
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El presidente Duque eliminó cualquier posibilidad de diálogo con esa estructura criminal, con lo que la mesa de negociación que estaba establecida en Cuba -y que se encontraba suspendida- debe ser levanta cuanto antes.
Los defensores embozados del terrorismo, esos que en el fondo se regocijan cuando los antisociales asesinan civiles o miembros de la Fuerza Pública, de forma inmediata salieron a reclamar que se respete el “protocolo” para el levantamiento de la mesa de negociaciones, para efectos de que los cabecillas del Eln que están en Cuba no sean capturados y extraditados hacia Colombia.
¿Acaso los terroristas respetaron algún protocolo cuando resolvieron detonar la bomba en la escuela de formación de oficiales de la policía nacional? Lamentable entonces que haya “dirigentes” políticos concentrados en salvar a los terroristas que desde la comodidad del refugio en La Habana planificaron y ordenaron la acción terrorista que estremeció a la sociedad colombiana.
Pero no la tendrán fácil. El canciller de la República, Carlos Holmes Trujillo aseveró, a través de su cuenta de Twitter: “Lo digo con todo respeto, al gobierno de Cuba, que es hora de que capturen a los integrantes del ELN que están en su territorio y los pongan a disposición de las autoridades”.
La desmovilización individual
Una de las tácticas más eficaces de la política de Seguridad Democrática durante el gobierno del presidente Uribe fue la de estimular la desmovilización individual de los integrantes de los grupos armados organizados al margen de la ley. No se requiere de grandes procedimientos ni procesos para que los guerrilleros rasos entreguen sus armas y se sometan al proceso de reincorporación que existe en nuestro país.
Durante los 8 años del gobierno Uribe, más de 25 mil guerrilleros del ELN y las Farc se desmovilizaron de forma individual. La cifra es elocuente, pues de la deserción de hombres del Eln fue de tal magnitud que esa organización delincuencial quedó prácticamente desmantelada: de los cerca de 7 mil hombres que tenían en 2002, pasaron a menos de 1500 en 2010.
En su alocución, el presidente Iván Duque aseguró que han quedado abiertas las puertas para la desmovilización individual de los integrantes del Eln.
Pero la confrontación será mucho más aguda. Se ha levantado la suspensión de las órdenes de captura contra los cabecillas de esa banda terrorista y la Fuerza Pública tiene instrucciones precisas de arreciar con todo el poder del Estado en contra de las células criminales de dicha organización armada ilegal.
Duque es un presidente con coraje. Así como no le tiembla la voz para hacer el llamado a superar la polarización, no le faltan agallas para enfrentar con ardentía y decisión todos aquellos elementos que atenten contra la sociedad colombiana.
Colombia está de luto como resultado de la sanguinaria acción demencial del Eln contra nuestros policías, pero no significa ni que esté disminuida ni su gobierno rendido o atemorizado. Todo lo contrario: hay decisión de enfrentar a los bandidos y ellos, más temprano que tarde, van a sufrir las consecuencias de sus actos demenciales.
Publicado: enero 21 de 2019
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