Triste celebración

Triste celebración

Cuesta mucho pensar que el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado, una de aquellas raras excepciones de la historia, cuya vida brillará en la memoria como una luz transformadora y excepcional que se apagó de tajo por un vil asesinato, se quedará impune para siempre. Las investigaciones se perdieron en el cajón de la ineptitud judicial y en la amarga respuesta de Montealegre, sepulturero del proceso, que decidió negarle la condición de crimen de lesa humanidad.

Pero si la impunidad es dolorosa, mucho más lo es el cinismo.

Resulta que para celebrar los 25 años de la Constitución de 1991 se ha convocado a un evento en Rionegro, Antioquia, con políticos, ex constituyentes y miembros de la Corte Constitucional. En el evento, luego del Presidente Santos y del recuento histórico narrado por el expresidente Gaviria, les corresponderá el turno a los expresidentes de la Asamblea Nacional Constituyente.

Nada en el acto se refiere a la persona de Álvaro Gómez, expresidente de la Constituyente. Ni un minuto de silencio por su magnicidio, ni una reseña de su vida, ni mucho menos la participación de uno de sus familiares en su nombre. Solo la escueta lectura de algunos “apartes” de su discurso en la instalación de la Constituyente.

Pero como el cinismo humano es de las pocas cosas que no tienen límite, acompañan la lectura de sus póstumas palabras, su ex secuestrador y asesino de su conductor, Antonio Navarro y el denunciado como coautor intelectual de su asesinato, Horacio Serpa.

Álvaro Gómez fue asesinado en pleno gobierno de Ernesto Samper, mientras ejercía como jefe supremo de la oposición.

Durante el festín, los exconstituyentes expondrán con lujo de detalles su heroica labor en la constituyente, sus extraordinarias propuestas y sus sin iguales logros. Álvaro Gómez Hurtado, aquel que defendió la tutela, la protección de los derechos fundamentales y los elementos que definen realmente la constitución del 91, estará reducido a un recuerdo secundario, mientras sus verdugos se jactan de lo que no les corresponde.

La constitución de 1991 fue un pacto de paz, pero la corrupción flagrante de Samper y todo su séquito, la ensució con una mancha de sangre tan profunda que ni toda la lista de fiscales de bolsillo han podido borrar. Que falta de respeto celebrar los años de la Constitución, sin si quiera dedicarle un momento a recordar la vida de aquel, que para darla nacimiento y defender la democracia que en ella se pactó, tuvo que pagar con su vida y con la impunidad de su muerte, y ahora, sus asesinos quieren guardar su recuerdo en el cajón del olvido.  Definitivamente el cinismo de Serpa y la desvergüenza de Navarro, no tienen límite.

@IrreverentesCol