¡Profesor!

¡Profesor!

“Este programa es una maravillosa oportunidad  para compartir lo que he aprendido durante mi mandato con la próxima generación de líderes y de continuar mi trabajo en importantes asuntos de política pública que me apasionan, como los derechos humanos, la paz y la reconciliación, la lucha contra la pobreza y la protección al medio ambiente”.

Estas palabras, hacen parte de la entrevista que el señor Juan Manuel Santos, concediera el pasado 19 de octubre en su calidad de “fellow” del programa Angelopoulos de líderes públicos globales”,  al “professor” Nicholas Burns, de la Escuela Kennedy de la Universidad de Harvard.

Pertinente anotar que en países de habla inglesa el título de “professor” es sumamente importante y solamente lo ostentan quienes se dedican profesionalmente a la enseñanza en una determinada área de conocimiento, además de la transmisión de valores, técnicas y conocimientos generales, mientras que el  “fellow” es un Individuo perteneciente o colaborador de una corporación académica. 

Creo, entonces, que aunque el señor Santos diga que “toda la vida he querido ser profesor” y alardee por redes sociales haciendo creer que ya lo es, no solamente comete una grave falta de respeto para con quienes sí poseen ese título, porque él carece de esa formación académica, y, lo que es más importante aún, del talante moral que demanda tan noble oficio. Además está expuesto a un bochornoso llamado de atención.

¿Cómo es posible, por ejemplo, que el señor Santos, sin sonrojarse siquiera, diga en ese prestigioso claustro que les quiere compartir “temas que le apasionan como el respeto por los derechos humanos”,  mientras el mundo atónito escucha a las víctimas de las FARC narrando las monstruosidades  a las que fueron sometidas por esos narcoterroristas que, gracias a su ambición y necedad, hoy ostentan el título de Honorables Congresistas, sin haber pedido perdón, sin resarcir a nadie y sin haber pagado un solo día de cárcel?

¿Pasión por los derechos humanos un individuo que, para no entorpecer el tal proceso de paz con el que le apostaba al premio Nobel, fue capaz de entregar al joven Lorent Saleh a la brutal tiranía venezolana, sin más razón que la de congraciarse con el dictador Maduro, para que le ayudara a ocultar  todos los crímenes que los narcoterroristas de las Farc estaban cometiendo en Venezuela, dando, claro está, por descontado que el muchacho no sobreviviría  para delatarlo por los excesos y las ilegalidades cometidas en su contra a la hora de su detención y entrega?

Y ¿del tema paz y reconciliación? ¿“Compartirá” con  esa “próxima generación de líderes”, que aquí seguimos en las mismas, que siguen extorsionando, traficando, secuestrando, etc.? ¿Enseñará cómo reconciliar un pueblo luego de engañarlo en elecciones, de timarse un plebiscito e imponerle como legisladores a unos criminales de lesa humanidad? O, ¿cómo proteger el medio Ambiente después de cohonestar con la tala indiscriminada de bosques para siembra de coca? 

¡Faltaba más! Ahora nos resultó dizque ¡profesor!

@cdetoro

Publicado: noviembre 2 de 2018