Oxímoron: liberales petristas

Oxímoron: liberales petristas

Según el Diccionario de la Real Academia Española,  oxímoron se define como «Combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido, como en un silencio atronador».

Otro ejemplo explicativo de esta palabra es el de liberales petristas. La contradicción de estos términos cuando se los une es flagrante. Si se es liberal, no se puede ser petrista, y si se es petrista no se puede ser liberal. Así de sencillo es el asunto.

Por más que se esfuercen Petro y sus seguidores para ocultar su verdadera identidad política, sus dichos y sus hechos demuestran sin lugar a dudas que los anima una ideología totalitaria y liberticida. Son comunistas de nuevo cuño, pero comunistas al fin y al cabo.

Así el Partido Liberal, de acuerdo con los estatutos que hace más de medio siglo hizo aprobar Carlos Lleras Restrepo, se defina como una coalición de matices de izquierda y en tal virtud haga parte de la Internacional Socialista, sus diferencias con los comunistas son insalvables.

Algunos despistados afirman que el programa de gobierno de Petro es social-demócrata y, por tal motivo, bien puede conciliárselo con el pensamiento liberal.

No se dan cuenta de que es un programa ad-hoc ideado para atraer incautos. Y, según un grupo de estudiosos de la Universidad de los Andes, es en gran medida irrealizable, mal fundado y plagado de inexactitudes, cuando no de mentiras. Hay que someterlo a severo escrutinio, pues muchos de los anuncios que ha hecho suscitan fuertes dudas sobre su conveniencia.

Hay que escrutar el trasfondo y los contextos del petrismo para llegar fácilmente a la conclusión de su radical incompatibiidad con el credo liberal.

La teoría política distingue dos tendencias opuestas: el individualismo y el comunitarismo. Dentro de esos dos extremos cabe identificar unas tendencias intermedias o moderadas, como el personalismo cristiano. 

El pensamiento liberal se nutre ante todo de la primera de ellas, dentro de la cual ha venido cobrando fuerza una extrema, la de los libertarios. Es verdad que hay ciertos matices comunitarios en el liberalismo contemporáneo, pero atenuados por su raíz individualista.

El comunitarismo exhibe, por su parte, distintas modalidades. La más extrema es la totalitaria, que no sólo es propia del fascismo, sino también del comunismo. Hoy reina en Corea del Norte, Cuba y Venezuela. Los regímenes de estos dos últimos países suministran los modelos en que se inspira el petrismo. Para algunos politólogos, el régimen venezolano ofrece el ejemplo más acabado de las llamadas democracias iliberales. Ahí se mantiene cierta apariencia democrática, pero los contenidos son radicalmente contrarios al modo de pensar liberal.

Por más que se pretenda retorcerles el pescuezo a los conceptos, no es posible acercar a comunistas y social-demócratas. En otra ocasión he mencionado en este blog a la profesora Sheri Berman, quien ha estudiado a fondo el tema de la social-democracia, haciendo hincapié en sus diferencias radicales con el comunismo. Sin haberla leído, en mis cursos de Teoría Constitucional llegué a conclusiones similares a las suyas. Les decía a mis estudiantes que la evolución política más interesante del siglo XX obedecía en muy buena medida a la social-democracia, que a la postre triunfó sobre el comunismo. Lenin denostaba a los social-demócratas llamándolos «social-traidores», pero el comunismo fracasó en los países en los que se implantó a sangre y fuego, mientras que la social-democracia contribuyó eficazmente a la paz social y el mejoramiento de las condiciones de vida de las comunidades en el mundo occidental. Vid: La socialdemocracia según Sheri Berman (revistadelibros.com)

La social-democracia no deja de manifestar fuertes influencias del pensamiento legalista del liberalismo. De ahí, la noción del Estado Social de Derecho. La tristemente célebre legalidad socialista del comunismo es, en cambio, una ominosa caricatura de la juridicidad.

Pero quizás la diferencia más significativa entre ambas corrientes políticas estriba en que la social-democracia cree en la evolución de las sociedades, mientras que el comunismo proclama la revolución violenta para promover el cambio social. Y Petro no ha dejado de ser anímicamente un guerrillero devoto de la violencia. Su comportamiento bajo el actual gobierno ha sido el de un «putschista» que pretendió buscar la caída del presidente Duque mediante la agitación callejera. Él promovió los desórdenes, dispuso que los bloqueos debían mantenerse, alentó a la Primera Línea, es cómplice de sus desmanes.

Es más, hace poco le preguntaron qué haría si los congresistas no aprobaran sus iniciativas y contestó, palabra más palabra menos, que los forzaría a hacerlo a través de la acción multitudinaria de las masas. Como lo he observado en otras oportunidades, su concepción de la democracia es tumultuaria, similar a la de los «sans-culottes» que tanto daño hicieron en la Revolución Francesa por su desenfreno. Vid. Los Sans-Culottes | La guía de Historia (laguia2000.com)

Sus declaraciones de conformidad con la avanzada liberal del siglo pasado no dejan de ser oportunistas. Mal puede proclamarse como heredero del legado de López Pumarejo, de Echandía e incluso de Gaitán, que no concebían el progreso social a partir de la acción violenta, ni descreían de de los procedimientos legales. Para Petro, en cambio, no valen las restricciones legales. Es en el fondo un sujeto sin Dios ni Ley.

Jesús Vallejo Mejía

Publicado: abril 8 de 2022

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