Nos dejó embarcados

Nos dejó embarcados

  Al confesar que hay aspectos del acuerdo que no le gustan, queda confirmado que Santos incumplió sus deberes constitucionales.

Santos saldrá del poder el 7 de agosto de 2018 y seguramente ese mismo día tomará un avión con destino a Londres, donde establecerá su residencia, copiándose del expresidente surafricano Frederick de Klerk, quien se ganó el Nobel de paz en 1993. Desde el reino de Isabel II, verá el desmoronamiento institucional de Colombia, sin que vaya a haber posibilidad alguna de hacerlo comparecer para que responda política y judicialmente por sus equivocaciones.

En recientes declaraciones, con cinismo absoluto aseveró que hay “aspectos del acuerdo con las Farc” que no le gustaron.

Aquello delata que el presidente incumplió sus deberes constitucionales como jefe de Estado. ¿Cómo es posible que el comandante supremo de las fuerzas militares de un país firme un documento con una banda terrorista que tenga elementos con los que no está de acuerdo, lo que significa que son perjudiciales para la sociedad que él lidera?

Cuando termine su nefasto paso por la presidencia, Santos se irá, tal vez nunca vuelva –por el inmenso desprecio que sienten por él los colombianos- y nos dejará a todos con el problema creado: unas Farc gobernando, impunes, fabulosamente ricas por cuenta de la legalización de su dinero producto del narcotráfico y con los militares y opositores democráticos sentados en el banquillo de los acusados.

La confesión de parte hecha por Santos, legitima aún más la posibilidad de hacer los cambios y enmiendas que corresponda, una vez asuma el nuevo gobierno y se configure el congreso que será elegido para el cuatrienio venidero.

No es en absoluto admisible que Colombia quede en manos de una banda de 7 mil facinerosos, muchos de ellos responsables de crímenes de lesa humanidad y sus cabecillas involucrados hasta la coronilla en el tráfico de estupefacientes.

La Colombia que creó Santos con la ayuda de Humberto de La Calle –hoy aclamado por las Farc como su candidato presidencial- es ejemplo perfecto de un narcoestado en el que capos de la mafia ostentarán un importante poder político.

Nada de eso parece importarle al risueño presidente Santos a quien lo tiene sin cuidado el repudio y las frecuentes rechiflas de que es objeto. Él quería su Nobel de Paz, para eso trabajó denodadamente. Su sueño es el de trascender ante la comunidad internacional, así en su país sea irrespetado por la mayoría ciudadana a la que él estafó y a la que le violentó su soberanía al desconocer abusivamente la victoria del NO en el plebiscito del 2 de octubre.

Sería importante que Santos diga puntualmente cuáles son esos “aspectos” del acuerdo que no le gustan, que le ponga la cara al país y explique porqué, a pesar de ello, lo validó plasmando su firma en el documento que convirtió a la banda terrorista de las Farc en un partido político con plenos derechos.

Otro elemento sobre el que el presidente debe hacer claridad está relacionado con el apoyo expresado por la vocera de las Farc, Imelda Daza, a la candidatura de Humberto de La Calle.

Se asume que de La Calle negoció en defensa de los intereses del Estado y por ello resulta estrambótico que su contraparte, las Farc, lo vean como su candidato presidencial. ¿Acaso de La Calle negoció por debajo de la mesa el respaldo de los terroristas a su aspiración política?

Las Farc no tienen votos, pero tendrán en la campaña del año entrante toneladas de dinero del narcotráfico para inyectarle a la campaña política. Contarán con emisoras de radio y amplios espacios de expresión.

El país estará embarcado en una de sus peores crisis y Santos expresidente, caminará tranquilo por las calles de Londres mirando su medallita del Nobel sin preocuparse por la tragedia en la que dejó sumida a Colombia.

@IrreverentesCol

Publicado: julio 13 de 2017