El que es, no deja de ser. Aquella máxima de la cultura popular le cabe perfectamente al cabecilla de la banda terrorista de las Farc, alias Timochenko, quien la semana pasada, acobardado porque un ciudadano indignado le arrojó un huevo, decidió suspender su alevosa e ilegítima campaña política.
En una declaración radial, el extraditable jefe de las Farc aseveró que ante las expresiones de descontento ciudadano, donde miles de transeúntes se han lanzado a las calles a protestar en contra de la impunidad con que fue cobijado, un grupo de “300 camaradas me han llamado a decir que están listos para despejar la zona”. Aquella es una amenaza brutal que no puede pasar desapercibida y que confirma lo que desde siempre se ha sospechado: las Farc tienen estructuras armadas de apoyo. Timochenko asegura “que es muy difícil tener quieta a nuestra gente, frente a las agresiones”.
Santos ha permitido que las Farc hagan proselitismo con los miles de millones de dólares del narcotráfico y apoyados por peligrosos “camaradas”. Mientras la ciudadanía indignada lanza arengas, harina y huevos, los “camaradas” de Timochenko están listos a ir a “despejar” los lugares en los que la población exprese su inconformismo. Aquello es inadmisible, dados los antecedentes violentos de esa caterva intolerante y sanguinaria.
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El gobierno no puede pretender que el pueblo guarde silencio. La mayoría se opuso al acuerdo entre Santos y los terroristas. Esa decisión popular fue ilegalmente desconocida y lo que se ha registrado en las calles es la consecuencia del robo del plebiscito. El ministro del Interior, el putumayense Guillermo Rivera, se equivoca de manera grave al intentar callar las voces críticas, amenazando con judicializar a quienes lancen arengas contra los terroristas de las Farc. Lo mismo el cantinflesco ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas.
Ellos en vez de andar ofreciendo cárcel contra los ciudadanos que democráticamente se oponen a los terroristas, deberían dejar de prevaricar y cumplir con su deber de defender a la ciudadanía de los verdaderos criminales que día a día aterrorizan al pueblo, entre ellos los “300 camaradas” con que el narcotraficante alias Timochenko está amenazando al pueblo.
La decisión debe ser la de continuar oponiéndose sin agredir físicamente a los candidatos de la banda terrorista Farc. Esos individuos fueron abusivamente habilitados para hacer política a pesar de los delitos que han cometido y ello debe ser rechazado vehementemente por la ciudadanía que mayoritariamente manifestó que no quería que los jefes de las Farc pudieran ocupar cargos de elección popular.
El llamado no puede ser para que los ciudadanos de bien guarden silencio. Al contrario. El llamado debe ser para que los delincuentes entiendan que el pueblo los rechaza y que la impunidad aumenta la indignación social. Son ellos, los cabecillas de las Farc los que deben quedarse en sus casas, sin desafiar a la opinión pública que no acaba de entender por qué unos sujetos que duraron décadas enteras violando los derechos humanos, van a ocupar escaños en el congreso de la República, sumado a que el comandante de esa estructura delincuencial aparecerá en el tarjetón, fungiendo como candidato presidencial, sin haber respondido por los múltiples delitos que cometió con ocasión de su militancia terrorista.
Publicado: febrero 12 de 2018