Lo evidente no se discute

Lo evidente no se discute

No son pocos los que se han concentrado en espulgar un libro apócrifo que anda circulando y que es presentado como una suerte de ‘diario secreto’ de la banda terrorista Farc.

Se trata de un documento donde se coleccionan supuestas cartas del cabecilla máximo de esa estructura delincuencial, alias ‘Tirofijo’ en las que aparece mencionado el jefe comunista Manuel Cepeda Vargas, padre del senador Iván Cepeda, conocido en los ámbitos penitenciarios colombianos con el alias de ‘Don Iván’. 

No hace falta imbuirse en la lectura detenida de un libro falso para confirmar algo que salta a los ojos de cualquiera: el aborrecible maridaje de Manuel Cepeda con las Farc. 

Cepeda Vargas fue uno de los hombres más radicales del partido comunista colombiano en el siglo pasado. Fue de los más entusiastas promotores de la tesis violenta de la combinación de formas de lucha, con la que la extrema izquierda justificaba y alentaba las acciones violentas de la guerrilla. 

Algunos teóricos y académicos han dicho que el partido comunista colombiano era el brazo político de las Farc. La ecuación es al revés: las Farc fueron el brazo armado del partido comunista.

Miembro del partido comunista desde los años 50 del siglo pasado, Cepeda Vargas -que alternaba la política con el periodismo, fue fundador del semanario ‘Voz Proletaria’ en 1957- era catalogado como el hombre fuerte y ortodoxo del comunismo colombiano. 

A comienzos de la década de los 90, Cepeda estuvo en la mira de la justicia colombiana por cuenta del arribo al país de un grupo de 4 mercenarios dominicanos que fueron contratados para entrenar a las Farc en actividades de terrorismo urbano. Según los organismos de inteligencia y seguridad, los delincuentes -que fueron misteriosamente absueltos- gozaron del acompañamiento de Cepeda Vargas. 

En mayo de 1985, en el marco de unos diálogos con las Farc, nació la denominada ‘Unión Patriótica’. Esa colectividad fue diseñada directamente por el cabecilla de la guerrilla ‘Jacobo Arenas’ y fue presentada como un mecanismo para hacer un supuesto tránsito hacia la política sin armas. El resultado fue letal. Las Farc pusieron a los suyos a hacer proselitismo -los terroristas ‘Iván Márquez’ y Braulio Herrera llegaron a la Cámara de Representantes en 1986- mientras que continuaron aterrorizando al pueblo colombiano con sus fusiles y su dinamita. De nuevo, la vieja estrategia de la ‘combinación de formas de lucha’ que tanto le atraía a Cepeda Vargas, en marcha. 

Como dato anecdótico, Cepeda Vargas siempre logró salirse con la suya respecto de las múltiples investigaciones judiciales que se adelantaron en su contra alegando que los casos impulsados en su contra, estaban plagados de “testigos falsos y pagados. Esa justicia no me merece el más mínimo (sic) respeto”. 

Cepeda murió el 8 de agosto de 1994. Cayó abaleado en el sur de Bogotá. El jefe de las AUC reconoció la autoría del crimen, alegando que él -Cepeda Vargas- era el vocero político de las Farc. En su momento, Castaño Gil reconoció en un reportaje que había ordenado ese homicidio en retaliación por el asesinato de un general del Ejército, a manos de una cuadrilla de la guerrilla. 

En el año 2000, en plenos diálogos del Caguán, el secretariado de las Farc anunció con bombos y platillos la creación de una nueva estructura a la que le bautizaron con el nombre de ‘Frente Urbano Manuel Cepeda Vargas’.

Dicho grupo delincuencial, que operó en el departamento del Valle, con el paso del tiempo se consolidó en una de las células más violentas, siniestras, peligrosas y desestabilizadoras del país. 

Entre las acciones de terrorismo más feroces de ese frente, está el secuestro de 126 personas en la toma del alto de Anchicayá, en agosto de 1999. Ese mismo frente, participó de manera muy activa en el secuestro de los 12 diputados del Valle, en abril del año 2002. 

Con algo de habilidad, el senador Iván Cepeda ha dicho en repetidas oportunidades que él no estuvo de acuerdo con el homenaje póstumo que las Farc le rindieron a su padre. Es posible que él no hubiera sido consultado por la guerrilla terrorista, pero lo cierto es que ese grupo efectivamente sí observaba una inmensa admiración por su progenitor. 

Ese afecto fue mutuo. En 1964, año de fundación de las Farc, Cepeda Vargas -que posaba de artista y poeta- publicó una colección de 32 versos bajo el título ‘Vencerás Marquetalia’, en referencia a la región donde se gestó la banda de facinerosos liderada por ‘Tirofijo’. A los primeros terroristas de esa banda, se les denominaba ‘marquetalianos’. 

Al hacer una sencilla valoración crítica, es perfectamente sensato concluir que el maridaje entre las Farc y Manuel Cepeda era de gran calado. No es accidental que ese grupo criminal hubiera resuelto crear un frente en su memoria, algo que, por ejemplo, no hicieron con otro dirigente comunista también asesinado, Bernardo Jaramillo Ossa. Otro dirigente comunista que ‘gozó’ de un homenaje similar, fue el tolimense Teófilo Forero.

De acuerdo con Álvaro Delgado, miembro histórico del denominado ‘comité central del partido comunista colombiano’, tanto Cepeda Vargas como Teófilo Forero defendieron el secuestro -retenciones en palabras de ellos-, como una forma legítima de financiación de la lucha guerrillera. Esa confesión, se encuentra en el libro de Delgado, intitulado ‘Todo tiempo pasado fue peor’. 

Pero la diferencia entre Cepeda y Jaramillo radicaba en que el primero era un firme promotor de la combinación de formas de lucha mientras que el segundo, pocas semanas antes de caer asesinado, conminó pública y enérgicamente a las Farc para que suspendieran sus acciones de violencia, algo que entre los comunistas más radicales cayó como un baldado de agua fría. No fueron pocos los que señalaron a Jaramillo de ‘revisionista’ y traidor a la causa del socialismo. El 22 de marzo de 1990, luego de que las Farc lo repudiaran, fue asesinado en el aeropuerto de Bogotá.

No hay que darle muchas vueltas al affaire Cepeda Vargas-Farc. Lo evidente, no deja espacio para grandes discusiones. Ese sujeto, que durante décadas enteras justificó la violencia guerrillera, que fue un visitante asiduo del campamento madre de las Farc –‘Casa Verde’- también era una ficha clave -quizás la más importante- del comunismo colombiano, ese mismo que desde mediados del siglo pasado tuvo a las Farc como su letal brazo armado. 

Algunos interrogantes han flotado en el ambiente respecto de los comunistas colombianos: ¿cuántos de ellos fueron agentes civiles de la violencia? ¿El senador Manuel Cepeda Vargas era o no era miembro de las Farc? ¿Por qué la guerrilla, luego de su muerte, procuró inmortalizarlo poniéndole su nombre a una de sus estructuras, quizás la más sangrienta y despiadada? De nuevo: lo evidente no deja espacio para las controversias. 

@IrreverentesCol

Publicado: octubre 14 de 2020

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