La renuncia del ‘cura’ militante

La renuncia del ‘cura’ militante

Desde mediados del siglo pasado empezaron a surgir casos de sacerdotes afectos a las ideas comunistas, fenómeno que fue tangencialmente discutido durante las jornadas del Concilio Vaticano II, instalado por el papa Juan XXIII y concluido bajo su sucesor Pablo VI.

El movimiento nació en el sur de Francia bajo el liderazgo del fraile Lebret que fundó una suerte de ‘tanque de pensamiento’ enfocado en el estudio de las problemáticas sociales que afectaban a los trabajadores de Marsella. En un abrir y cerrar de ojos, Lebret pasó a la acción y de volcó a trabajar a los puertos de la costa azul, prestándose como colaborador de quienes laboraban allí. 

De esa manera surgió el movimiento denominado curas obreros el cual se expandió rápidamente a Latinoamérica.

En Colombia, brotó en la década de los 60 del siglo pasado el así llamado grupo sacerdotal Golconda que se guiaba por las ideas radicales de la ‘Teología de la Liberación’, corriente que fue duramente cuestionada por el papa -y ahora santo- Juan Pablo II. 

De Golconda salieron muchos de los sacerdotes que terminaron integrando estructuras guerrilleras, particularmente el ELN. El más célebre de ellos fue Camilo Torres. No fue el único sacerdote que cambió la sotana por el fusil. Los españoles Jiménez Comin, Domingo Laín y Manuel Pérez llegaron a ser cabecillas de ese grupo que aún continúa siendo catalogado como terrorista por los Estados Unidos y la Unión Europea. 

Aunque la proscripción de la ‘Teología de la Liberación’ dejó sin piso teórico a los curas obreros, algunos de ellos siguieron defendiendo esas ideas caducas como es el caso de monseñor Darío de Jesús Monsalve quien acaba de renunciar a su calidad de arzobispo de Cali, cargo que viene desempeñando desde hace casi 11 años. 

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Monsalve pasó desapercibido ante la opinión pública hasta que comenzó el proceso del gobierno Santos con la banda terrorista de las Farc. Hay que reconocer que en las últimas décadas la Iglesia Católica ha jugado un papel fundamental en los distintos intentos de lograr la paz con los grupos armados al margen de la ley.

Gracias al papel discreto pero decidido de muchos sacerdotes, en el gobierno del presidente Uribe pudo avanzarse en los acercamientos que desembocaron en la desmovilización de los más de 30 mil personas que hacían parte de los grupos de autodefensa. 

El papel vocacional de la Iglesia es claro: lograr la vida en paz, pensando en los que sufren y no en los que hacen sufrir. 

Monseñor Monsalve desde siempre ha estado al servicio de la causa de los victimarios. Su voz se ha alzado para encubrir a los genocidas, para coadyuvar su impunidad y no para exigir respeto y cobijo para las víctimas. 

Su ideología socialista eclipsó el deber que tenía frente a su feligresía. Cuando los ciudadanos de Cali han sufrido los rigores de la violencia terrorista, Monsalve ha tratado de justificar el accionar de los violentos. Jamás salió de su boca una frase condenatoria. 

Hizo política desde el púlpito, olvidando que su misión es puramente espiritual.

Gran noticia para los caleños y para los colombianos la renuncia extendida por Darío de Jesús Monsalve la cual, hay que advertir, tomará algún tiempo en ser aceptada. Le corresponderá al santo Padre evaluar las razones esgrimidas por dimitente y decidir si acepta o no ponerle fin a la carrera sacerdotal de quien, sin duda alguna, es uno de los últimos representantes de la nefanda corriente de curas obreros en la Iglesia colombiana. 

@IrreverentesCol

Publicado: febrero 14 de 2022

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