La recocha

La recocha

Las zonas de concentración de las Farc se parecen a la cárcel en la que Pablo Escobar permanecía de fiesta.

Las imágenes de miembros de las Naciones Unidas bailando animadamente con miembros de la banda de las Farc o posando con menores de edad fuertemente armados ponen en evidencia que la fase de desmovilización y supuesta entrega de armas por parte de los terroristas se ha convertido en un festín donde abunda el trago y escasea la seriedad.

Lo primero que hay que rechazar es el hecho de que una observadora de la ONU se preste para posar, muy sonriente, con un niño. ¿Olvida la funcionaria internacional que el reclutamiento y utilización de menores de edad es un crimen de lesa humanidad que por su propia naturaleza no prescribe? Su deber es el de obligar a las Farc a desvincular de forma inmediata a ese menor y no servir de modelo para una fotografía que merece ser expuesta en el salón de la infamia.

Los terroristas deben asumir este asunto con un mínimo de seriedad y no de manera olímpica como lo han hecho hasta el momento. La vocera de esa estructura criminal, Imelda Daza, con total desparpajo aseguró que no había nada de malo en que un observador baile con el observado, como si se tratara de algo de menor cuantía. (Sobre la portavoz de la guerrilla Imelda Daza, puede leer “La vocera de las Farc”)

Se seleccionó a la ONU, precisamente, porque se pretendía que el momento más importante del proceso de paz, la concentración, entrega de armas y desmovilización de los miembros de la organización terrorista gozara de la mayor legitimidad y transparencia posibles.

Es muy reducida la confianza que la ciudadanía observa hacia las Farc y hacia el gobierno de Santos y aquel vacío en materia de legitimidad pretendía ser llenado con la presencia de las Naciones Unidas como observador. Ahora el país ha sido notificado que los hombres de Ban ki-Moon desplegados en Colombia llegaron a nuestro país atraídos por la rumba y no por el compromiso con la sociedad de garantizar transparencia y cumplimiento en la concentración de los terroristas.

La ONU no puede olvidar que hasta que la banda comandada por alias Timochenko no entregue hasta la última de las balas en su poder, están tratando con una peligrosa estructura terrorista capaz de poner en riesgo la seguridad y estabilidad de toda la región. Los delegados de Naciones Unidas no están tratando con unos precoces niños exploradores que se descarriaron, sino con el cartele del narcotráfico más peligroso del planeta.

Mientras los colombianos exigen justicia y verdad por parte de la guerrilla, lo que se recibe de parte de los bandoleros es desorden y falta absoluta de seriedad. Las víctimas quieren reparación y las Farc ponen a sus guerrilleros a bailar y a retratarse con quienes deben cuidarlos. Algo parecido hizo en su momento Pablo Escobar quien utilizó a los guardianes de La Catedral para que le sirvieran la comida y le tendieran la cama. Ahora, Timochenko pone a los observadores de la ONU para que funjan como pareja de baile de sus subalternos.

No es suficiente el comunicado que se emitió con posterioridad a la filtración de las imágenes en cuestión. La situación no se soluciona con declaraciones grandilocuentes. La confianza en el proceso de paz difícilmente se recuperará. Las recurrentes mentiras de Santos, sumadas al cinismo de Timochenko y sus secuaces y ahora el desparpajo de la ONU son suficientes para que el país siga mostrándose en contra de todo lo que tenga que ver con lo pactado entre Santos y el terrorismo.

@IrreverentesCol

Publicado: enero 4 de 2017