La hora de la turrugulla

Como no recordar hoy, día de elecciones, los domingos de la Bogotá de mi época estudiantil, alumno de bachillerato en San Bartolomé. Era una ciudad oscura, fría, lluviosa y para los estudiantes del caribe: la basílica de la melancolía. Pero había una hora tétrica… nos helaba las carnes: la 6 de la tarde. Pareciera como si el reloj a propósito se detuviera y la neblina de la tristeza nos invadiera. Nos asomábamos a la ventana buscando el sol bostezando y solo veíamos el aterrizaje de las palomas, estas que en Córdoba le decimos turrugulla.

Las palomas son animales especiales: de inteligencia vivaz, rápidas y con un gran sentido de orientación. Tienen estrecha relación con los humanos y sus arrullos se interpretan de acuerdo con el estado de ánimo de quien las escuchas. Uno de mis compañeros de exilio al oírlas le parecía que cantaba “vámonos para el Sinú”. Otro se escondía bajo las sabanas hasta que la hora crepuscular pasara haciéndose el sordo al llamado de la tierra entonados por estas mensajeras. Era un momento especial estas seis de la tarde; de encuentro consigo mismo y trascendente reflexión. Racionalizábamos el sacrificio y la lejanía que implicaba obtener un título académico en escuelas de la capital. Era el soplo a la meditación y cuando llegaba la bebida caliente, como el humo, se habían ido las palomas. Era el momento de los sesudos análisis y futuros planes. El firmamento de la autocrítica.

No es el mejor, pero el sufragio es el único mecanismo que la democracia imperfecta tiene para elegir sus gobernantes. Respaldar o rechazar con su voto sus programas. La democracia participativa y la intervención del ciudadano en las políticas públicas. Ya pasando esta turrrugulla electoral, nos debemos como colectivo profundas reflexiones. Sí, por el bienestar de la patria es indispensable la salud de Centro Democrático.

El guantazo que recibió el partido de Gobierno y sus guarismos  nos obligan buscar las razones de las contradicciones en estas decisiones de las mayorías. Un presidente bien intencionado, sereno y quien en su plan de gobierno prioriza las programa sociales de inversión en educación y  salud. Además, desgasta su capital político para devolver la majestad y pureza al legislativo y recuperar su confianza. Sin embargo, la favorabilidad y los votos no lo respaldan. No existe la conexión y las redes desde palacio no transmiten el mensaje. Cuando los axones se lesionan, a pesar de brillantes iniciativas neuronales, el mensaje no llega y el músculo se paraliza. En mi disciplina se llama degeneración axonal difusa y en sentido común: gobernabilidad.

No es el presidente Duque el responsable de los resultados de las elecciones, el problema es otro. Las políticas diseñadas por el gobierno –respaldada por los integrantes del Centro Democrático- el país no las está asimilando y esta cuenta de cobro ya pasada obliga hacer replanteamientos. En mi rutina lo veo frecuente: la medicina no llega al sistema nervioso pues no atraviesa la barrera hematoencefálica, ese filtro natural endotelial, que aísla al cerebro. ¡Fórmulas buenas y serias, pero sin tocar a la gente!

Como colectivo, que tan adherente estamos en el imaginario de los ciudadanos. Repican las estructuras regionales la organización central o como campanas de pueblo, cada una sonando al viento que las empuja. Un partido joven, con ganas de crecer más debe abonar para que germinen innovadoras propuestas y tener ese magnetismo que atraiga a los futuros ciudadanos. La pedagogía por lo público y la inclusión de la gente buena es la profilaxis del caos social que está quemando a América Latina. Ojo: Colombia no está inmunizada y la mejor medicina es la coherencia entre las organizaciones políticas y el anhelo de los ciudadanos.

Suena trillado repetir el diagnóstico: estado crítico de la salud de la patria. Está en cuidados intensivos -igual que sus vecinos – compañeros de domicilio. Apoyar, difundir  y sugerir ajustes en el discurso de nuestro gobierno es un imperativo de partido. Es la actitud proactiva que construye y la que necesita también esculpir Centro Democrático respaldando la titánica misión de Alvaro Uribe.

Dicen los expertos que las turugullas utilizan el sol como brújula y así se orientan, corrigen rumbo y regresan a casa. Igualmente el ideario de nuestra organización  debe servir de guía para los programas de gobierno pero también hay que canalizar y profundizar – como partido- esos   vasos comunicantes que irrigan las regiones.

@Rembertoburgose

Publicado: noviembre 1 de 2019