La gran injusticia

La gran injusticia

Los ciudadanos colombianos que deciden ingresar a las Fuerzas Militares o a la Policía, lo hacen pensando en el bien superior del país. Resuelven dedicarse a la defensa de un país y de una sociedad que muchas veces no retribuyen como corresponde los servicios que ellos prestan.

Son héroes anónimos que valientemente se meten a la boca del lobo, arriesgan sus vidas a la hora de combatir al narcotráfico y el terrorismo.

Muchos de ellos sobreviven a las balas asesinas que les disparan los criminales, pero no a las persecuciones infames que contra ellos desata la administración de justicia colombiana.

Es el caso de un grupo de policías que a finales de 2013 pusieron en marcha un importante operativo de inteligencia contra estructuras de narcotráfico de las Farc en el departamento del Cauca.

El plan buscaba la desarticulación de la banda mafiosa que comandaba nadie menos que Walter Patricio Arizala, alias ‘Guacho’, cabecilla del frente octavo de las Farc.

Todo comenzó cuando al grupo de investigadores se acercó un informante que dijo tener información suficiente para que las autoridades pudieran capturar a “Guacho’. El informante aseguró ser la persona encargada del transporte de estupefacientes, razón por la que tenia acceso directo al cabecilla de las Farc.

Con esa información en la mano, los miembros de la policía acudieron a la fiscalía 14 especializada de la unidad contra el terrorismo con el fin de pedir la autorización correspondiente para que el informante pudiera empezar a actuar como un agente encubierto.

Con el permiso en la mano, empezó el trabajo de inteligencia. El informante proveyó información clave, como los números de teléfono que utilizaba la estructura de ‘Guacho’. La policía realizó las respectivas interceptaciones gracias a las cuales pudieron recoger información valiosa que redundó en golpes letales al octavo frente de las Farc.

Para efectos de que el informante no fuera descubierto, se autorizó que él continuara en sus labores de transporte de estupefacientes. Dicha licencia se otorgó en coordinación con la fiscalía y con agencias de los Estados Unidos como la DEA y el ICE. Alias ‘Guacho’ era un objetivo de alto valor para la justicia estadounidense; sobre él pesaba una orden de captura con fines de extradición.

El informante cumplió su misión de acuerdo a los lineamientos que le fueron entregados. Mientras él se reunía en el campamento de ‘Guacho’, aviones espías colombianos y estadounidenses sobrevolaban la zona del encuentro, logrando identificar las coordenadas precisas en las que se encontraba el jefe narcoterrorista.

Mientras se desarrollaba esa labor, otra fuente humana se presentó ante la comisión de investigadores, diciendo que él también podía colaborar en la entrega de información, esta vez contra el frente 30 de las Farc que también controlaba el trafico de drogas desde el Cauca. Los miembros del grupo de inteligencia de la policía adelantaron el mismo protocolo que se implementó con el primer informante. Lo primero que hicieron fue hacer la presentación del testigo ante la fiscalía con el fin de que se avalara su participación como agente encubierto. Para la DEA era de suma importancia que se autorizara la participación de esa fuente como agente encubierto, pues la información que pudiera obtenerse serviría para iniciar procesos en los Estados Unidos contra el cabecilla guerrillero alias ‘Nelson Mujido’.

Cientos de kilos de estupefacientes fueron incautados gracias a las labores de los agentes encubiertos, pero lo más importante es que las autoridades pudieron conocer el modus operandi de las bandas guerrilleras que operaban en el Cauca, departamento desde el que salían los alcaloides.

La operación funcionaba como un reloj. Todo estaba saliendo bien, hasta que se supo que uno de los miembros de la policía, el patrullero Sergio Esquivel, que hacia parte de la comisión de investigaciones ,estaba al servicio del narcotráfico.

Solicitó vacaciones y en un retén de control de la policía se hallaron 200 kilos de cocaína en su vehículo.

Viéndose perdido, el patrullero Esquivel buscó un principio de oportunidad ante la fiscalía general de la nación, entidad ante la que rindió una colección de versiones totalmente falsas, empezando por decir que tenía pruebas que confirmarían que al interior de la policía operaba una temible red de tráfico de drogas dirigida supuestamente por un teniente coronel y por un capitán de esa institución.

Así mismo, intentó poner en tela de juicio las operaciones encubiertas que contra el narcotráfico se adelantaron en el Cauca, a través de los agentes encubiertos que dieron información contra los frentes 8 y 30 de las Farc.

La versión de Esquivel es inverosímil, pues todas las acciones estaban perfectamente monitoreadas por las autoridades colombianas y estadounidenses. A pesar de ello, la fiscalía de Montealegre y Perdomo le dio credibilidad a su testimonio y le otorgó un principio de oportunidad.

A pesar del generoso beneficio con el que fue favorecido, Esquivel -que tenía detención domiciliaria- mientras se desplazaba por una carretera en el sur de Colombia fue capturado nuevamente en febrero de 2017 con 20 kilos de cocaína y 4 pistolas en su poder.

A pesar de ser un evidente delincuente reincidente, la fiscalía continuó creyendo su testimonio y en diciembre de 2017 solicitó ante un juez de garantías la captura de los miembros del grupo de inteligencia de la policía que infiltraron a las Farc.

El caso es tan burdo que la juez que realizó el control de dicha captura rechazó los argumentos de la fiscalía y negó la imposición de una medida de aseguramiento. En dicha diligencia, que tuvo lugar el 3 de diciembre de 2017, la funcionaria judicial dijo que “se le haya razón a la bancada de la defensa [de los policías injustamente capturados] cuando sostiene que el material probatorio aportado por la fiscalía conlleva a afirmar que unos hechos que son labores operativas necesarias, y obviamente indispensables para desquebrajar grupos delincuenciales…”.

Lo cierto es que unos miembros de la policía, expertos en inteligencia, que diseñaron y pusieron en marcha un operativo estupendo para combatir el narcotráfico y desarticular estructuras terroristas de altísima peligrosidad, terminaron enredados en un proceso penal injusto que se sustenta en el dicho de un policía corrupto, reincidente y mentiroso que trató de salvar su pellejo rindiendo un falso testimonio.

Tan importante y trascendental fue el plan de inteligencia puesto en marcha que este fue el primer paso que desembocó en la baja de alias ‘Guacho’ en diciembre de 2018.

Increíble que el Estado colombiano le pague de esa forma tan injusta a los héroes que se juegan la vida enfrentando a los criminales. Los policías que infiltraron la estructura de ‘Guacho’ debieron ser condecorados. Pero no. En cambio, terminaron sometidos, por el capricho de los fiscales Montealegre y Perdomo, a un juicio donde abundan las mentiras y las únicas pruebas que existen son todas a favor de ellos.

@IrreverentesCol

Publicado: noviembre 4 de 2021

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