Idolatría hacia criminales

Idolatría hacia criminales

Ayer una emisora de radio que estaba transmitiendo los momentos previos a la demolición del Edificio Mónaco, donde vivía Pablo Escobar con su familia, se refirió a un muchacho de 13 años que llegó vestido con una camiseta del “Patrón del Mal”. Tomás un adolescente paisa llamó la atención de los periodistas porque demostró su inconformidad por la demolición y expresó su idolatría por el extinto narcotraficante. Idolatría que nació, según él, el día que llegó a la casa de una amiga de su mamá que se estaba viendo la serie de televisión Escobar, el Patrón del Mal y quedó enganchado, como dicen coloquialmente.

Cuando los periodistas le preguntaron por su mal llevada admiración, Tomás, en su inocencia de niño, contestó que Escobar era una gran persona porque ayudaba a las personas al construirles casas y regalarles dinero para hacer mercado.  Cuando le preguntaron qué pensaba de las bombas que Escobar había puesto y de las miles de personas que murieron bajo sus órdenes Tomás respondió que seguramente era porque se lo merecían. En ese momento, la inocencia murió.

Esas palabras me hicieron sentir escalofríos porque lo que piensa Tomás seguramente lo comparten muchos niños más de Colombia y esto es fruto de la tergiversación de la realidad histórica, de la ausencia de la educación de los padres y de la plaga de narconovelas que por un lado se han encargado de estigmatizar a los colombianos en el exterior y por el otro han normalizado e idealizado la cultura mafiosa en nuestra sociedad. Esa cultura mafiosa que consiste en enriquecerse rápidamente sin reparos por la legalidad y por las vidas de los demás lamentablemente está muy inmersa en nuestra sociedad. Lo peor es que lejos de ser sancionada, en los casos de los más sanguinarios y los que a más fortunas se han hecho, como Pablo Escobar y las Farc, al primero le permitieron construir su propia cárcel y a los segundos su propio Tribunal.

La distorsión de la imagen de Pablo Escobar se demoró un par de décadas en tomar forma. En el caso de las Farc bastó con que durante las negociaciones de paz, el entonces presidente Santos, les prohibiera al ejército y a los medios de comunicación que se refirieran a los guerrilleros como narco terroristas.  El cambio del lenguaje fue el primer paso, el segundo fueron las imágenes del expresidente en actitudes de absoluta cordialidad con los cabecillas y de congresistas tomándose selfies con criminales de la talla de Timochenko. 

Ese trabajo de normalización de la imagen de los  mafiosos llevó a que un gran sector del país se sentara pasivamente a observar cómo Santos hizo caso omiso del resultado del plebiscito e implementara unos acuerdos que les permitieran a criminales de lesa humanidad, no solo no cumplir un día de cárcel, sino ocupar curules en el Congreso de la República.  

Esa misma normalización lleva a universidades tales como Los Andes a tener en su nómina a un profesor que después de profesar su militancia en el partido de las Farc en sus redes sociales, invita la guerrillera Victoria Sandino a dictar una charla ante sus estudiantes. En esa charla la guerrillera Sandino le dijo a los estudiantes que el ingreso de menores de edad a sus filas se debía a que las niñas campesinas normalmente eran maltratadas en sus casas y los niños no tenían ningún futuro macheteando en el campo. Cuando sus declaraciones fueron expuestas en redes sociales a través de mi cuenta de Twitter, el ex guerrillero del M-19 y hoy líder de la Colombia Humana Gustavo Petro, me escribió: “Este pensamiento uribista no logra ni entender lo que le argumentan. Una encuesta en la zona de distensión encontró que las mujeres se metían a las Farc porque allí había suministro de toallas higiénicas y en la casa campesina no lo había por la pobreza y el machismo rural.” Este comentario levantó todo tipo de críticas y de indignación, incluyendo el de las ex guerrilleras de la Corporación Rosa Blanca que le respondieron “Este twitter de Gustavo Petro sólo representa su infamia. De todas las niñas y mujeres que hacemos parte de la Corporación Rosa Blanca ninguna hasta el momento nos fuimos por voluntad propia. Teníamos 9, 10 y 11 años. Nos sacaron de las escuelas, nos violaron y nos acabaron la vida. Infame.”

El que no conoce la historia está condenado a repetirla, este es el caso de muchos jóvenes como Tomás. Es imperativo que la historia no solamente se mantenga fiel a la realidad sino que sea recordada permanentemente si es que buscamos vivir en un país verdaderamente viable.

@ANIABELLO_R

Publicado: febrero 22 de 2019