Historia de un montaje

Historia de un montaje

Primer Acto: La corresponsal.

A mediados de diciembre del año pasado, funcionarios del despacho del magistrado de la Sala de instrucción de la Corte Suprema de Justicia César Reyes se percataron de un extraño elemento que se asomaba desde el techo del lugar de trabajo del citado togado. De manera inmediata -como corresponde-, le informaron a su jefe de lo acontecido con el inquietante descubrimiento. A su vez, el magistrado Reyes hizo lo propio poniendo al tanto a sus colegas de sala, y pronto el tema se regó por toda la Corte, como verdolaga en monte. Los ánimos, como era de esperarse, estaban caldeados, y no era para menos. Una servidora de la Corte Suprema (que no es magistrada), saltándose el conducto regular y haciendo las veces de corresponsal, actuó muy solícita y de manera bastante expedita: habían pasado apenas un par de horas, cuando contactó a la “periodista” Cecilia Orozco y al senador Iván Cepeda para echarles el cuento. No es la primera vez que esto ocurre: la funcionaria de marras (de izquierda y antiuribista rabiosa) es muy cercana a Cepeda y fuente constante de la señora Orozco, quien, por supuesto, al escuchar a su interlocutora, empezó a elucubrar, con el deseo, una de esas tantas teorías rebuscadas que le fascinan y con las que ataca cada vez que puede al presidente Álvaro Uribe y a sus seguidores.

Segundo Acto: El aquelarre.

Cecilia Orozco e Iván Cepeda celebraron una suerte de consejo editorial, al que convocaron a otros recalcitrantes antiuribistas, que dicen ejercer el periodismo. Imagino la “lujuria” insidiosa de esa gente, cuando empezó a idear, con toda la mala fe del caso, la mentira infame que escondieron para publicar hasta la segunda semana de enero en todos los medios de comunicación, empezando por el noticiero en bancarrota que dirige la señora Orozco (nótese la planificación metódica y la sevicia para causar más daño). Sin contrastar fuentes ni hacer la menor corroboración, lanzaron la especie según la cual, al tratarse de una interceptación al magistrado que llevaba el proceso contra Álvaro Uribe por supuesta manipulación de testigos, era “obvio” que quien había ordenó el entuerto era el exmandatario. Los malquerientes del presidente Uribe en el mundo periodístico son muchos, y la razón más fuerte es ideológica: los medios de comunicación están infiltrados y, en algunos casos, cooptados del todo por elementos de la izquierda, que aborrecen a todo aquel que no piense como ellos. Como ya saben, que no hay evidencia de que Uribe manipulara testigos (simplemente porque jamás lo hizo; todo lo contrario, desde hace muchos años él es la víctima de un cartel de falsos testigos direccionados por manos oscuras para acosarlo judicialmente), entonces pretendían exacerbar los ánimos del magistrado instructor para que, llevado por una rencilla personal, tomara una decisión contraria a derecho. Ya en el pasado les había funcionado poner a la Corte en contra de Uribe. Me temo que esta Corte es distinta y más ponderada. Se trata de la combinación de todas las formas de lucha en todo su esplendor. La consigna de la izquierda radical y sus cómplices es clara: Uribe preso o muerto; es lo único que aceptan, pues no le perdonarán jamás que haya sido el muro de contención que evitó que se tomaran el poder.

Tercer Acto: La verdad.

Una luz que resplandece en medio de la penumbra, una balsa en el mar abierto, una mano amiga entre tanta bisutería e hipocresía, la poterna que conduce a la paz espiritual, esa es la verdad. Más demoró la corona de Miss Universo de Ariadna Gutiérrez que la bellaquería miserable contra el presidente Uribe en caerse. Resulta que la sede en la que funcionan las salas de instrucción y de primera de instancia de la Corte Suprema es un edificio ubicado al norte de Bogotá (a falta de espacio en el Palacio de Justicia del centro) y cuyo propietario es un tercero. Pues bien, ese inmueble antes estaba arrendado por la caja de compensación familiar Compensar, empresa que, por cuenta de una obligación contractual debió dejar todo el mobiliario, incluidos los micrófonos de un sistema interno de comunicación; los dispositivos en todo caso estaban desconectados. ¡Kaputt!

Cuarto Acto: Los farsantes.

Ni la señora Orozco, promotora del montaje, ni aquellos otros tantos “periodistas” obsesivamente antiuribistas que salieron a secundarla reproduciendo la falsa noticia, sin más argumentos que sus odios, fueron capaces de reconocer el error; ni siquiera se dignaron a darle difusión a la pertinente aclaración que hizo Compensar. La mentira es cobarde; ahora se hacen los giles para pasar de agache. Algo bueno queda de este episodio: se corrobora lo que hace años todos sabemos: gran parte del periodismo colombiano dejó de serlo, cuando asumió partido por un lado del espectro ideológico, para insuflar a la sociedad colombiana cientos de mentiras miserables contra el presidente Uribe. ¡Ténganlo claro! ¡Esos ya no son periodistas (dudo que en algún momento lo hayan sido), sino más bien una jauría de parcializados militantes y politiqueros, a los que la máscara se les cayó, y el rabo se les asomó!

La Ñapa I: El parapeto de las supuestas “chuzadas” a la Corte Suprema, entre otras cosas, es una cortina de humo para tapar los excesos del falso testigo Monsalve y sus patrocinadores.

La Ñapa II: ¿Será que Roy sin Barreras y Mugroso Cepeda contarán en la CIDH, algo de Caprecom, la Esap, y el cartel de los falsos testigos?

La Ñapa III: Lo que faltaba: según un estudio publicado ayer por el sito de internet U.S. News, Colombia es percibido como el país más corrupto del mundo, de acuerdo con los datos arrojados por una encuesta realizada a más de veinte mil personas. Aunque la fiabilidad de un estudio de percepción es débil (la realidad demuestra que Venezuela, Haití, Bolivia y otros son la corrupción en pasta y que nosotros no les llegamos a los tobillos en eso), no podemos negar que aquí la cosa es bien grave: se roban hasta un hueco. Tal vez la causa remota de ese prurito de la corrupción que nos aqueja y nos hace ser percibidos como lo “mejor” del planeta en ese ramo se deba a aquella política establecida en estas tierras por las autoridades en la época de la Colonia, para desconocer las cédulas reales y las leyes de Indias, y obrar a discreción: “Se obedece, pero no se cumple”.

@DELAESPRIELLAE

Publicado: enero 19 de 2020

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