Hablándole a una tapia

Hablándole a una tapia

Estoy cansado de discutir con la gente. Gasto horas y horas de mis días tratando de cumplir con una promesa que hice cuando me gradué de bachiller en el Colegio Andino en 1992. Mis compañeros me cedieron el honor de pronunciar el discurso de despedida ese Junio 25 hace ya 28 años. En ese discurso prometí devolverle a mi país aunque fuese una parte de lo que me había dado. “Somos 78; setenta y ocho entre millones de colombianos que no tienen acceso a educación de calidad. Nuestro compromiso tiene que ser devolverle a nuestra Patria aunque sea una pequeña parte de esa suerte”.

He tratado de cumplir. Me he enfocado en ayudar a mi país por todos los medios posibles. Con donaciones, ayudando a traer inversión extranjera, apoyando a políticos lógicos en las elecciones, y tratando de educar a mis compatriotas en cosas complejas que tienen que ver con la economía. Pero la verdad es que últimamente me siento como si le estuviera hablando a una tapia. En época de la covid-19, y con tal de tratar de evitar que los menos favorecidos sufran aún más, pido avanzar en una estrategia inteligente de apertura de la economía para evitar que más niños mueran de hambre. La respuesta de muchos de mis compatriotas es desearme la muerte de mis hijos por “querer asesinar a los pobres”. 

Pido abrir los colegios para evitar que los niños sufran más daños psicológicos, pues el confinamiento está destruyendo la estabilidad mental de muchos, y me desean que mueran todos mis familiares. Pido abrir los negocios y me acusan de querer matar a todos los abuelitos de Colombia. Pido reabrir la aviación, porque es claro que abrirla no genera más contagio ya que el virus a estas alturas está en todas las ciudades, y me insultan porque supuestamente solo me importa la plata. Ah, pero eso sí, pido coherencia de la gente que apoya marchar y manifestarse en contra del gobierno pero que al mismo tiempo se oponen a abrir la economía, y vuelven a desear la muerte de mis hijos. Si una persona se infecta trabajando es malo, pero si se infecta en una manifestación es algo loable. En fin…

Pero no hay opción diferente a persistir. Dos puntos claves para esta columna. La idea de la hipoteca inversa. Es una gran idea para ayudar a los adultos mayores menos favorecidos. La hipoteca inversa le permitirá a muchos adultos mayores tener una mejor calidad de vida en la última parte de sus vidas. No, señores, esto no se hace para ayudarle a los bancos. No, esto no va a volver más ricos a los ricos. Y sí, esta idea implica que los hijos de esos padres no se van a quedar con el inmueble de sus progenitores, una vez Dios decida llevarlos para el otro mundo. 

El otro punto es el proyecto pensional que está avanzando en el Congreso. Ese proyecto es una locura, y lo único que va a lograr es incrementar la deuda pensional del país y subsidiar aún más a los más ricos (a costa de los pobres). El sistema pensional de reparto es el monumento más grande que le ha erguido Colombia a la inequidad. Todos los años el gobierno central se ve obligado a gastar COP $65 millones subsidiando una, sí, UNA pensión alta. No hay plata para alimentar a los niños pobres porque el gobierno se gasta 65 millones anuales en subsidiarle la pensión a un rico. Este proyecto no hará nada diferente a incrementar aún más esta injusticia. Genera física tristeza ver como gente que uno consideraba lógica se decide a montarse en este patético bus del populismo.

@AlbertoBernalLe

Publicado: junio 23 de 2020

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