FINTICH, EL UBER DE LOS BANCOS

FINTICH, EL UBER DE LOS BANCOS

Las calamidades han sacado a los hombres lo mejor de sí. Esta que vivimos no será la excepción. Muchos han citado por estos días a Newton, y ahora lo hago yo, recordando que fue en un aislamiento, por la peste de 1665, cuando escribió los documentos que serían la base de la teoría de la gravedad.

Hay mucho que esperar de los genios en cuarentena. Boccaccio sorteó la peste negra de 1346 en un refugio. Mientras la que se considera la más devastadora de las epidemias de la historia europea barría con la población florentina, él escribía la obra maestra de la prosa temprana del italiano, Decamerón.

 Shakespeare no hacía pereza en las cuarentenas. Tres de sus tragedias cumbre fueron escritas en la de 1606. El rey Lear, Antonio y Cleopatra y Macbeth, nada menos.

Pero, claro, a cada cual se le alborota lo que tiene, si es bueno, lo bueno; pero si es malo, lo malo.

Duque, por ejemplo, es el que es y la crisis lo ha develado. Hoy es un líder querido, respetado, admirado, como ocurre también con Ángela Merkel en Alemania o Moon en Corea del Sur.

Pero hay que repasar redes sociales y titulares de prensa para saber lo bajito que es el nivel de muchas de las figuras de la política y de las celebridades que suelen ocupar los escenarios del debate público. Bolsonaro, López Obrador, Pedro Sánchez y Trump, por ejemplo, están muertos. No los revive nada ni nadie. ¿Cómo podrían deshacerse de esa mácula que pesa sobre sus testas coronadas, de que son poco menos que unos imbéciles? Nunca. Trump perderá las elecciones y los otros tres dificilmente terminarán sus períodos.  

En el escenario local, Claudia López, por ejemplo, va recorriendo un camino de irremediable pérdidas de la confianza pública, producto de su irreprimible personalidad que combina una intolerancia de fanática, inflexibilidad en el análisis de lo concreto, injusta valoración de los demás, obstinación en sus prejuicios -disfrazados de ideología-, insolencia en el trato personal y falta absoluta de caridad (o compasión y límites) en el lenguaje.

En la vecindad, creo, está el caso más grave de necedad política en época de cuarentena. Me refiero a los pazguatos que gobiernan a Venezuela. Como si veintiún años de repetición de necedades (lo que llaman socialismo) que condujeron a la actual situación de ruina absoluta no enseñaran nada, acaban de decretar (¡otra vez!) control dictatorial de precios e intervención de la única empresa que garantizaba una mínima dosis de provisión de alimentos, Polar. En pocas semanas, no hay que ser adivino, veremos cerrar a la cadena que garantizaba, contra viento y marea,  que 1.6 millones de toneladas de alimentos llegaran a las bocas de nuestros hambrientos vecinos. ¡Dios los ampare!

En fin, me senté a escribir sobre una idea que lanzó Armando Benedetti esta semana en la plenaria del senado y me puse a divagar. Dejo, entonces, el asunto para futura reflexión cuarenténica y coronavírica con mas fondo. Benedetti, aprovechando la difícil coyuntura y la innegable falta de inteligencia política y mediática del gremio bancario para responder a la crisis que estamos viviendo, ha propuesto, ¡oh!, ¡qué progresismo y sensibilidad social!, la nacionalización de la banca.

Sin entrar a discutir con los ‘progres’ sobre la libertad económica que es la que define si un paìs es pobre o rico (la cola en el ranking, para decirlo todo, la ocupan Cuba, Venezuela y Corea del Norte), digámosles, simplemente, que el mundo va para el otro lado: hacia una banca “antibanca” y antimonopólica. El futuro de la financiación de la gente, del ciudadano del común, estará en las ágiles y personalizadas Fintech y no los actuales mamotréticos, lentos, burocráticos y pesados sistemas tradicionales.   

Las TIC, senador Benedetti, están transformado el mundo financiero frente al grueso público, tal como lo hicieron con los taxis, la música, el cine, el periodismo y el comercio. Desde un simple teléfono se podrá controlar las finanzas con rapidez, agilidad y economía. Lo que debe hacer el Estado colombiano, hoy, en esta crisis, es aprovechar ese sector que ya existe en Colombia. Hay ahí una vía expedita para atender la financiación de las pequeñas economías que, ciertamente, hoy están huérfanas.

@JOSEOBDULIO

Publicado: abril 27 de 2020

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