Una descarada participación en política

Una descarada participación en política

En mayo de 2014, Montealegre, con voz temblorosa, anunció en rueda de prensa la captura de un desconocido sujeto, a quien presentó como Andrés Fernando Sepúlveda, un experto en informática. El personaje era contratista de la campaña del candidato uribista Óscar Iván Zuluaga.

El escándalo fue mayúsculo. Según el fiscal Montealegre, Sepúlveda estaba espiando, por cuenta de la campaña Zuluaga Presidente, a los negociadores del gobierno y de las Farc en el proceso de paz de La Habana.

El propósito de dicho espionaje, según el fiscal general, era nada más y nada menos que “torpedear las negociaciones». Es decir, lo que era el meollo de la discusión política en Colombia, la legitimidad o no de unas negociaciones del Estado con un grupo terrorista, pasó a ser, por obra de las maniobras de quienes infiltraron en la campaña de Zuluaga al «hacker», un asunto criminal. Quien se opusiera a los diálogos Santos – Timochenko era un espía, un saboteador, un guerrerista…  

Hoy se conocen las intimidades del montaje. Sepúlveda trabajaba con JJ Rendón, asesor de la campaña de Santos. Fue el asesor de Santos quien planeó la infiltración de Sepúlveda a la campaña de Zuluaga, con el propósito de sabotearla y desprestigiarla. Luis Alfonso Hoyos, quien fungía como «asesor espiritual» del candidato -cargo estrafalario y sin antecedentes en el organigrama de ninguna campaña- y David, el hijo mayor de Zuluaga, se enredaron en las maniobras y trampas del falso hacker. Fue eso lo que dio pretexto a Montealegre para llegar al extremo de allanar la oficina del experto en informática que estaba al servicio de Hoyos y de David Zuluaga.  

Supúlveda es un pobre diablo que a duras penas sabe firmar y que embrujó con sus artes a los bonachones de Óscar Iván Zuluaga, su hijo David y Luis Alfonso Hoyos. Este es quien ha terminado pagando las peores consecuencias de la trampa-montaje de Montealegre. Actualmente busca refugio político en los Estados Unidos.

No terminaron ahí las interferencias de Montealegre en la campaña. Es sabido que Uribe es el jefe de Zuluaga y el único líder del uribismo. La fiscalía se propuso acosar y desoncentrar a Uribe. Cada declaración del ex presidente se volvió pretexto para citarlo a interrogatorio. En dos ocasiones Uribe canceló sus compromisos para concurrir a la cita judicial. Su llegada al bunker era una fiesta. Los empleados querían fotos y autógrafos y había ovaciones espontáneas. Perdomo amenazó con faltas disciplinarias si los hechos se repetían. La verdad es que en últimas prefirieron cancelar las citas a Uribe y concentrarse en los Zuluaga y en Hoyos. Ellos sí se amilanaron. Al saboteo de la fiscalía a Uribe y Zuluaga y al fraude electoral le debe Santos, en buena medida, su segunda elección.

Primera entrega: «De contratista ambicioso y sin escrúpulos a Fiscal General de la Nación«

Próxima entrega: «El montaje contra Santiago Uribe».

 @IrreverentesCol