Jesús Vallejo Mejía: Elogio de la mentira

Jesús Vallejo Mejía: Elogio de la mentira

Mentirosos han sido Santos y las Farc a todo lo largo de los diálogos de La Habana y del acuerdo.

El padre jesuíta Francisco De Roux hizo dos actos de fe en su reciente reportaje con Yamid Amat que publicó «El Tiempo» en su edición del pasado 16 de abril (Ver ¿Quién era Jesús, dónde estudió y qué idioma hablaba?).

El primero tiene que ver con temas religiosos en cuyos detalles no entraré en esta oportunidad, si bien se han prestado a no pocos comentarios que llegan hasta considerar como heréticas algunas de sus afirmaciones. Pero creo que es un debate que, por lo pronto, es ajeno a mis preocupaciones actuales.

Me basta con señalar que proclama su fe en la resurrección de Jesucristo, que es, como lo expresé en mi último artículo para este blog, la piedra angular del credo cristiano.

Me interesa más su segunda proclamación, la de su fe en Santos, de quien dice lo siguiente:

«Como cualquier colombiano, tengo críticas al gobierno de Santos, pero siento profunda admiración por un Presidente que se jugó todo para que terminaran el conflicto armado y la victimización causada por la guerra. Y eso lo hizo sin mentiras, con seriedad, sin falsas expectativas, con paciencia y con un equipo muy profesional.»

Sus palabras coinciden con las del Papa, quien ha dicho que Santos se la ha jugado toda por la paz. Pero De Roux agrega que lo ha hecho «sin mentiras, con seriedad, sin falsas expectativas y con un equipo muy profesional», todo lo cual a juicio de muchos no deja de ser una sarta de falsedades o, por lo menos, de deplorables manifestaciones de candidez.

En efecto, si algo ha estado ausente en el proceso que se ha adelantado con las Farc es la verdad.

Lo acaba de afirmar Alberto Velásquez Martínez en su escrito hebdomadario para «El Colombiano», el último de los cuales aparece bajo el título de «Verás que todo es mentira».

Mentirosos han sido Santos y las Farc a todo lo largo de los diálogos de La Habana y del farragoso mamotreto de 213 páginas que suscribieron a guisa de «Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera», con el que de hecho se sustituye la Constitución Política de 1991 y se asesta un golpe mortal a nuestra institucionalidad.

En una admirable presentación que hizo en estos días la senadora Thania Vega ante la Tertulia Conservadora que se reúne cada semana en el Hotel Sheraton de Medellín, puso de manifiesto ella las mentiras más protuberantes en que ha incurrido Santos, cuya palabra se ha devaluado hasta el punto de que ya ni Maduro le cree.

La presentación de la distinguida senadora puede verse a partir del siguiente enlace: La fuerza pública y el posacuerdo.

Más mentirosas han sido, desde luego, las Farc, al reiterar a diestra y siniestra que no son narcotraficantes, a la vez que afirman su propósito de integrarse lealmente al escenario político manteniendo su credo marxista-leninista y su objetivo de tomarse el poder dizque en aras de la refundación de Colombia.

«La verdad os hará libres», enseña el Evangelio (Jn. 8:32), lo cual significa, entre otras cosas, que la mentira esclaviza y acarrea la perdición. Es por ello que el mismo Evangelio caracteriza a Satanás como el «Padre de la Mentira»(Jn. 8:44).

Por consiguiente, cuando el padre De Roux se pone del lado de los mentirosos no sirve la causa de Dios, sino la del que san Ignacio de Loyola denominaba el Enemigo Malo.

Otra gran ausente de lo convenido por Santos con las Farc es la justicia.

No sé cómo hace el padre De Roux para afirmar sin las debidas precauciones que el Acuerdo Final no crea falsas expectativas, cuando median tantas dudas bien fundadas acerca de si con el mismo se alcanzará para el agobiado pueblo colombiano la paz que tanto anhela.

Con la gracia cartagenera que lo caracterizaba, decía Raimundo Emiliani Román que la Constitución de 1991 está plagada de infusorios, entendiendo por tales unos corpúsculos capaces de desarrollar potencialidades dañinas. Si ello resulta cierto en lo que toca con lo que he denominado siempre como el «Código Funesto», mucho más lo es acerca del NAF con el que el tahúr Santos, haciendo gala de sus habilidades para la trampa, pretendió hacerle el quite al rotundo No con que el pueblo rechazó el Acuerdo Final que sometió a su consideración.

Si bien el texto del NAF abunda en declaraciones de buena voluntad y amables intenciones, cuando se hace el trabajo de separar en sus enunciados la paja del grano el panorama se torna amenazante a más no poder. Ya lo han dicho voces autorizadas que observan que el núcleo de lo acordado está concebido para que las Farc se alcen con el poder. Todas las garantías son para los guerrilleros y ni una sola hay para obligarlos a cumplir lo suyo.

No entiendo cómo la jerarquía eclesiástica se ha tragado lo de la imposición de la ideología de género como normatividad más que constitucional, supraconstitucional, a guisa de hacer parte de un acuerdo especial dizque amparado por el Derecho Internacional Público. Tampoco entiendo cómo la Corte Constitucional, que en otras oportunidades se ha mostrado tan celosa en la guarda de la integridad del espíritu de la Constitución, se ha prestado a que se la sustituya con algo tan burdo y ominoso como el NAF.

Pero a medida que la gente vaya experimentando sus nocivas consecuencias, algo parecido a la «organización de la anarquía», que dijo Taine que fue el resultado de la Constitución francesa de 1791, se irán dando también sus reacciones.

Dejemos que el torrente siga su fatídico curso de destrucción; que la JEP mantenga la impunidad de las Farc y persiga con saña a sus contradictores; que el general Naranjo ponga en acción la Gestapo y los Gulags previstos para proteger a los guerrilleros y amilanar a quienes se considere como sospechosos de ser enemigos de la paz; que el efecto de la reforma electoral sea fortalecer el castrochavismo; que la economía se suma en la más profunda de las crisis, etc. Entonces, como dice el Evangelio refiriéndose a algo que es desde luego más serio, vendrán el llanto y el crujir de dientes. La atroz película de lo que ahora vemos que sucede en Venezuela tendrá entre nosotros una continuación aún más espeluznante.

Estas no son falsas expectativas, sino previsiones que cuentan con amplios márgenes de probabilidad.

Santos está exponiendo al país a lo peor, al negarse a admitir la opinión mayoritaria de los colombianos y pretender imponerles sobre la base de mentiras, engaños, trapisondas y rabulerías un Acuerdo Final perverso y deletéreo.

Sigo pensando que el padre De Roux, al igual que otros eclesiásticos, se ha puesto más del lado de los lobos que del de las ovejas.

Jesús Vallejo Mejía

Publicado: abril 27 de 2017