El presidente odiado

El presidente odiado

La luna de miel entre Santos y el pueblo colombiano duró muy poco tiempo. Desde el mismo instante en que empezó a hacerse visible su traición y se hicieron evidentes sus devaneos hacia el terrorismo de las Farc, la opinión pública empezó marcó distancia de él.

Además de calificarlo con los más bajos índices de aceptación que se han registrado en tiempos recientes, Santos ha sido objeto de múltiples rechiflas en escenarios públicos, razón por la que sus asesores tomaron la decisión de esconderlo y evitar que tenga contacto directo con la comunidad.

Cuando cometía el error de ir al estadio para ver un partido de la selección Colombia, literalmente el recinto se estremecía con las silbatinas e insultos que los asistentes exteriorizaban en contra del mandatario.

Santos, un presidente que se ha dedicado a comprar conciencias, sobornar periodistas  y pagar por los “logros” que según él ha obtenido su fracasado y corrupto gobierno, es de lejos el mandatario más odiado por la opinión. Ganó las elecciones de 2010 engañando al pueblo y logró su reelección en 2014 comprando votos, incurriendo en fraude y aceptando miles de millones de pesos de Odebrecht, empresa que irrigó su dinero en las arcas de su campaña, a través del corrupto mejor amigo, socio y compinche del mandatario, el impune Roberto Prieto Uribe.

El 31 de diciembre, la ciudad amurallada de Cartagena se vio literalmente conmocionada, no por la llegada de la media noche sino por el ingreso de la caravana en la que se desplazaba el presidente Santos. La comunidad que se disponía a iniciar la fiesta de despedida del año, se volcó a las calles para chiflar, insultar y exigirle que abandonara el sitio.

Al grito de “fuera, fuera, fuera”, cientos de personas comunes y corrientes, obligaron a que Santos, que como es natural se quedó resguardado en su vehículo blindado, abandonara el lugar, temiendo que los enardecidos e indignados manifestantes espontáneos pasaran de los gritos a la acción.

Santos es un ser despreciado por el pueblo. Su presencia en lugares públicos, se convierte en un motivo de alteración de los ánimos, razón por la que estos meses que restan para que culmine su desafortunado y nefasto mandato, debería permanecer en la clandestinidad, tras las fortificadas paredes de la Casa de Nariño. El debe hacer consciencia del malestar que despierta en la comunidad y resulta desafiante que ande como Pedro por su casa, exasperando y  despertando la ira de una sociedad que cuenta las horas para que cese la horrible noche de su gobierno.

@IrreverentesCol

Publicado: enero 9 de 2018