El oportunista

El oportunista

Juan Manuel Santos le empeñó su gobierno a la dictadura venezolana para sacar adelante el proceso con la banda terrorista de las Farc. Gracias a Chávez, pudo sentarse a conversar con la cúpula guerrillera, primero en Caracas y luego en La Habana.

La cuota inicial de esa manguala se pagó a los pocos días de la posesión de Santos, cuando recibió al sátrapa venezolano en Santa Marta y luego de una extensa charla, compareció ante los medios de comunicación para anunciar que Hugo Chávez era su “nuevo mejor amigo”, consumando así una de sus más escalofriantes volteretas.

Como ministro de Defensa del gobierno Uribe, Santos estuvo a punto de desatar una guerra con Venezuela por cuenta de sus agresivas expresiones contra el dictador venezolano. En más de una ocasión, el propio presidente Uribe tuvo que llamarlo públicamente al orden, recordándole que las relaciones internacionales no eran asuntos de su competencia y que éstas eran de responsabilidad del presidente de la República y de su ministro de Relaciones Exteriores.

Cuando Santos posaba como uribista, no ahorraba esfuerzos para descalificar al régimen de Chávez y a sus secuaces utilizando los más fuertes adjetivos. La relación era tan tensa, que en mayo de 2007, cuando Santos llevaba menos de un año fungiendo como ministro de Defensa, el exvicepresidente de Venezuela, José Vicente Rangel lo acusó directamente de estar fraguando un plan para asesinar a Chávez y a otros miembros de la cúpula chavista.

Cuando Santos renunció al ministerio para aspirar a la presidencia de la República, la primera reacción vino de Hugo Chávez, quien aseguró que de resultar elegido, Santos sería una amenaza para la paz: “El ministro de Colombia, Santos, de vez en cuando se vuelve loco y entonces dice que va a buscar a los terroristas allá donde se encuentren, una locura, y quiere ser presidente de Colombia…Imagínense la amenaza para la paz de este continente con un caballero como este, si logra sus objetivos”.

Para justificar sus traiciones, Santos utiliza una frase de cajón, al decir que “sólo los imbéciles no cambian de opinión”. Entonces, luego de estafar a los 9 millones de uribistas que votaron por él en 2010, se volvió antiuribista, pasándose a la banda de Chávez y luego Maduro.

Su propósito: lograr que los tiranos venezolanos le ayudaran a convencer a las Farc para que firmaran un acuerdo en extremo generoso con ellos. Su objetivo: ganar el Nobel de Paz y convertirse así en un connotado y aplaudido líder mundial.

Los conversos siempre están obligados a dar muestras incontrovertibles de lealtad hacia sus nuevos señores. Y Santos lo hizo, empezando por desmarcarse totalmente de la abnegada y martirizada oposición venezolana.

Como presidente, no dudó un instante en ordenar la detención del joven universitario y activista opositor de Venezuela, Lorent Saleh quien estaba en Colombia. Se trata de un muchacho perteneciente a la ONG denominada operación libertad, que luchaba desde el territorio colombiano por la restauración del régimen de libertades en Venezuela.

Un día cualquiera de septiembre de 2014, Saleh fue detenido y entregado a la policía política chavista, el tenebroso Sebin en la San Cristobal. Desde entonces es uno más de los presos políticos que tiene en su poder esa dictadura.

Cuando los principales exponentes de la oposición venezolana viajan a Colombia, Santos no los ha querido recibir. En 2013, de manera rápida se reunió con Henrique Capriles, hecho que desató la ira del dictador Maduro quien reaccionó lanzando toda suerte improperios y vociferaciones. Santos, trémulo ante la embestida del heredero de su “mejor amigo”, intentó restarle cualquier trascendencia al encuentro con el dirigente opositor

Hace un par de meses, la esposa de Leopoldo López, la valiente Lilian Tintori estuvo en Bogotá buscando desesperadamente que Santos la recibiera, sin éxito alguno. La martirizada mujer, se vio obligada a recurrir a los medios de comunicación de nuestro país para pedirle al presidente de Colombia que “reciba las voces de los venezolanos, porque voy en representación de la mayoría que queremos un cambio en Venezuela y que estamos luchando en paz”. A pesar del clamor, el encuentro nunca se dio.

Una solicitud semejante hizo en marzo el padre de Leopoldo López, cuando estuvo atendiendo una invitación en el congreso de la República de Colombia, sin éxito alguno.

Ahora, que Leopoldo López fue sacado de la mazmorra miserable en la que el dictador Maduro lo tenía en condición de preso político y enviado a su casa donde seguirá privado de la libertad, Santos en tono oportunista reaccionó diciendo que es una buena noticia que él –López- esté de nuevo con su familia. “Insistimos en que en Venezuela debe perseverar en el diálogo y solución pacífica”, escribió Santos, posando como un prócer de la reconciliación.

Lo que los defensores de la libertad en Venezuela esperan es que el Nobel de paz, Juan Manuel Santos, se sume a las voces que exigen la libertad inmediata y absoluta de todos los presos políticos y una salida democrática que le ponga punto final a la dictadura mafiosa y asesina que agobia a la hermana república.

Santos, asustado frente al agresivo tirano Nicolás Maduro quien lo tiene perfectamente chantajeado con que revelará grabaciones y verdades que Colombia no conoce respecto del proceso con la banda terrorista de las Farc, no hará absolutamente nada para facilitar la caída de la pandilla que está asesinando al sometido pueblo venezolano

@IrreverentesCol

Publicado: julio 10 de 2017