El ocaso del Polo Democrático

El ocaso del Polo Democrático

La inminente transición de las Farc, que pasará de ser una de banda terrorista y narcotraficante para convertirse en un partido político, además de las implicaciones que tiene sobre la democracia colombiana que sufrirá un grave menoscabo con ese paso, generará un hecho político inmediato: la desaparición del Polo Democrático como principal partido de izquierda de Colombia.

El Polo tiene sus días contados desde la desastrosa y corrupta alcaldía de Samuel Moreno, cuando las arcas capitalinas fueron literalmente saqueadas por la administración distrital de la que, valga recordar, la hoy ministra de Trabajo Clara López, era su secretaria de Gobierno.

La representación del polo en el Senado de la República se limita a 6 senadores y en la Cámara ocupa únicamente con 3 curules. Su desempeño político es gris, carece de unidad de criterio en temas fundamentales. Mientras el líder en el Senado Jorge Enrique Robledo es un crítico acérrimo de la violencia guerrillera y de la combinación de formas de lucha, su vecino de curul, Iván Cepeda se ha constituido en el vocero de los intereses de las Farc en el Congreso.

Trata de presentarse como una colectividad de oposición, pero quien era su presidenta, Clara López Obregón, no soportó la tentación de la “mermelada” y sin pensarlo dos veces aceptó el ministerio de Trabajo. Lo curioso es que en la campaña de 2014 denunció que Santos, a quien ella enfrentaba, estaba perfeccionando la más grande compra de votos en la historia de Colombia. En un abrir y cerrar de ojos la doctora López olvidó su queja y pasó de ser una fuerte opositora del gobierno a ministra del mismo, en un hecho que sólo pueden entender quienes sepan leer los planos del dinamismo de la política.

La otra expresión de la izquierda, representada en el movimiento progresista del cuestionado exalcade Gustavo Petro, alcanzó a tener una fuerza política relativa cuando éste ejerció el mando sobre la capital de Colombia. Su discurso incendiario, polarizador, violento, promotor del odio de los “pobres hacia los ricos”, le sirvió para llenar la Plaza de Bolívar cuando convocaba a su electorado para que lo respaldara en su ilegal empeño de desconocer la destitución e inhabilidad que en su momento le impuso la Procuraduría General de la Nación, pero no le alcanzó para la consolidación de su fuerza en Bogotá. Sus candidatos a la Alcaldía nunca despegaron en las encuestas y su electorado simplemente lo acompañó en la elección del documentalista de las Farc, Hollman Morris (Ver: “El documentalista Morris”).

El senador Iván Cepeda es visto con afeto y confianza en el interior de las Farc.

La llegada de las Farc

Cuando en los años 90 la banda terrorista M-19 se desmovilizó y entregó sus armas, se dio inicio a un proceso de transición de la violencia al activismo político. Así, Antonio Navarro fue nombrado como ministro de Salud, luego de la culminación de las deliberaciones de la Asamblea Nacional Constituyente en la que aquel grupo obtuvo 19 de las 70 curules. Otros miembros de esa estructura criminal, como Gustavo Petro y Vera Grabe, fueron nombrados en sendos cargos diplomáticos en Europa.

El M-19, que empezó a llamarse “Alianza Democrática M-19”, se convirtió en la “cenicienta” de la política colombiana, recogiendo votos de diferentes sectores del espectro político. Álvaro Leyva, por ejemplo, que se presenta como conservador, militó en las filas de aquel partido. Lo mismo hizo el general retirado del Ejército Joaquín Matallana, quien prestó su nombre para que fuera incluido en la plancha de candidatos que el M-19 presentó con ocasión de la constituyente.

Los resultados de esa nueva agrupación política no fueron despreciables. En las elecciones presidenciales de 1990, Antonio Navarro logró el tercer lugar, superando por unos pocos votos al candidato del partido conservador, Rodrigo Lloreda Caicedo.

Con una izquierda desdibujada, inmersa en profundos escándalos de corrupción, con sus líderes enfrentados entre ellos mismos por unos cuantos milímetros de poder, las Farc irrumpirán en el escenario y, seguramente, terminarán de liquidar políticamente lo que queda del Polo Democrático, como en su momento hizo el M-19 con la Unión Patriótica –que era el brazo político de las Farc- .

Así que uno de los principales perjudicados con la transición del terrorismo hacia la política electoral por parte de las Farc, será el ya debilitado Polo Democrático. Lo que los “polistas” seguramente aún no han valorado es que en las filas de la colectividad que liderará Timochenko, sólo habrá espacio para uno de ellos: Iván Cepeda. Los demás, tendrán que buscar la manera de sobrevivir políticamente como puedan.

@IrreverentesCol